domingo, 27 de noviembre de 2016

Maratón de Florencia

Hay viajes en los que todo sale según lo esperado. Y otro tanto sucede con las carreras. Y afortunadamente hay veces que suceden las dos cosas, como ha sido el caso de Florencia y su maratón. El viaje, la meteorología, el hotel, las comidas, las colas de los museos… todo.


¿Qué voy a contar de Florencia yo que no sepa todo el mundo? Nada, un placer en todos los sentidos (ahora estoy pensando en los helados). Y encima es temporada baja, así que solo éramos miles de turistas: supongo que en temporada alta se multiplicará por cinco. Por eso solo hablaré de su maratón. Si no quieres seguir leyendo, resumo: aceptable, vale la pena (un siete de nota, venga).

Salida
Empecemos mucho antes de tomar la salida: con la inscripción. El precio es normal. No lo recuerdo y va por tramos, pero del orden del precio de cualquier maratón española. Ahora bien, en Italia o estás federado (y supongo que has pasado ciertas pruebas) o tienes que enviar un certificado de aptitud para la práctica de la carrera de fondo. Yo lo envié en español e inglés. Es necesario hacerse una prueba de esfuerzo. A nadie se le escapa que es buena idea hacérsela, pero tiene un coste, y como en España no se exige, a alguno le parecerá mal. Es lo que hay.

La feria del corredor: básica. La verdad es que las últimas a las que he ido eran bastante más espectaculares. No me estoy refiriendo a Nueva York o Chicago: Valencia o Sevilla tienen ese ambiente que se requiere el día antes de hacer una prueba tan seria como es un maratón. Lo de Florencia era un espacio muy reducido, un pasillo de stands realmente, que te veías obligado a recorrer hasta el final para obtener tu bolsa del corredor. Mucha propaganda de maratones europeas (e incluso nacionales: Ibiza, por ejemplo): el negocio prospera.

Km. 37
Respecto al recorrido, según lo esperado. Es mucha distancia, así que te sacan del centro histórico para acumular kilómetros por barrios, zonas deportivas, parques, qué sé yo, pero no puede ser de otra forma. Es una carrera muy llana, y lo único a reseñar es que en algunos puntos el suelo es peligroso. La animación, muy escasa en mi opinión. Eso sí, la salida y la llegada, parece que por primera vez ambas (por fortuna para mi) estuvieron en el mismo centro de Florencia, junto al Baptisterio y el Duomo, lo que sin duda es un enorme acierto y, además en mi caso, un lujazo: no sé si alguna vez he tenido salida y llegada a 300 metros de “casa” (hotel).

¿Y mi carrera? Muy satisfecho (nota: nueve). La salida estaba bien organizada, unas 8.000 personas, así que pude correr desde muy pronto. A los cinco kilómetros sudábamos ya de lo lindo, a pesar de la excelente (baja) temperatura y que el ritmo era el razonable: la humedad, bastante humedad. Había bebida con sales cada cinco kilómetros, así que no quedaba otra que beber sin sed. El resto de avituallamientos, intercalados con los anteriores, eran de esponjas.

Conforme a mis expectativas, pasé la media maratón (poco después del Palazzo Pitti) algo más deprisa de lo previsto: 1:24:34. El problema fue que empecé a notar contraerse algún músculo de los que tenemos en las piernas, creo que es el isquiotibial, pero como me temo que el día que explicaron los músculos no debí ir a clase, así que no me los sé y tampoco me paré a mirar. Eso sí, reduje el ritmo, no quería que pasara lo de Castellón. Tomé más sales y a partir del 25 volví a recuperar. Se ve perfectamente en la tablita.

Llegada
A partir de ahí, la historia de siempre: el muro. Empezó hacia el 35 y duró hasta el 41. Pero aún así no dejé de pasar gente hasta el final. Esta vez fue más murete que muro. Y un muro rodeado de belleza e historia, de buenas sensaciones, de experiencia, de alegría por el reto conseguido. Como siempre, Bego ayudándome a lo largo de toda la carrera. Y, sobre todo, bombeando en mi cabeza la motivación necesaria para no aflojar hasta los metros finales. Cerré los ojos para vivir el momento y el fotógrafo lo pilló.

Una ciudad y un maratón para recordar con verdadero orgullo y cariño.

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