domingo, 28 de octubre de 2012

Tribulaciones de un ciclista novato

Me compré un rodillo hace poco. Quiero comprar unas ruedas nuevas y dejar la trasera usada para el rodillo, pero soy un ciclista novato y no entiendo de ruedas. Después de darle vueltas al asunto, he llegado a la conclusión de que comprar unas ruedas es como comprar un vino: si no eres un experto, los únicos criterios que tienes para decidirte son el precio y el aspecto externo. En ambos casos puedes encontrar precios normales y precios diez veces mayores, si no más. La diferencia es que el vino te lo bebes y si está bueno, repites, pero con las ruedas no tienes esa posibilidad.

Puestos a buscar ayuda, recupero una de esos artículos que tienen las revistas especializadas sobre material y que nunca leo. Según la revista, las bondades de cierto modelo de ruedas XENTIS son que:
  1. "La rigidez del bloque que forma íntegramente su estructura te dejará pasmado"... a causa de que como pesan 1.900 gramos su inercia es mayor, pero "la escalada no es su fuerte. Para está otro modelo que pesa 1.252 gramos el par". Vamos, que o corro o escalo.
  2. "La espectacular frenada que otorga su abrasiva pista de frenado de fibras direccionadas a contra dirección de la marcha". Es decir, que frenan de la leche.
  3. "La garganta de su llanta es muy superior a la media, abriendo generosamente el apoyo de los flancos de la cubierta, optimizando su resultado dinámico (más eficiencia y comodidad)". Paso palabra.
  4. "Las ruedas cuestan 2.899 euros, pero esta marca no excluye a nadie, ya que por 800 euros menos (o sea, 2.099 euros), puedes acceder a la gama de cuatro bastones". O sea, dos veces y pico mi bicicleta.
Sigamos con otro modelo, ZIPP en este caso, y sus puntos fuertes, según la revista:
  1. "Es un nuevo concepto de llanta, que alcanza la cima de la pirámide evolutiva de diseño". Se ve que no son totalmente redondas o algo así.
  2. "...comprende una garganta de llanta más ancha que el estándar para provocar un apoyo más amplio de los flancos de la cubierta". Esto de la garganta debe ser importante, porque se repite.
  3. "La arista del perfil ya no es tan afilada, sino que tiene una transición mucho más suave y progresiva". Por lo visto, así el viento lateral no impacta tan violentamente y no se agarra a la llanta. Será esto lo de la pirámide evolutiva.
  4. "Han ensanchado la distancia entre las alas del buje trasero en 7.5 mm y se nota en la solidez de la rueda al arrancar con potencia". Comodín del público, por favor.
Y ahora yo ¿qué hago? Veo dos opciones:
  1. Ir a una tienda especializada, ponerme interesante y decirle al vendedor: "Busco unas ruedas con garganta ancha, un bloque rígido, pista de frenado de fibras a contra dirección y sobre todo con la arista del perfil poco afilada".
  2. Irme a una tienda normalita, poner cara de tío normalito, llevarme la bici (para que no me pregunte algo que no sepa responder sobre bujes, casetes o cosas así) y preguntar con normalidad "¿Qué ruedas tienes para esta bicicleta que no pasen de 600 euros el par más o menos, majo?" para terminar decidiéndome por las más bonitas.
Creo que elegiré la segunda opción, como con el vino.

domingo, 16 de septiembre de 2012

XXIV Media Maratón de Valladolid

Diario de las dos últimas semanas...

Domingo, 2 de septiembre:
Estoy cansado, pero menos que después de cualquier maratón. El plan es el siguiente: dos semanas entreno tranquilo y el domingo 16, a disfrutar de la media de Valladolid. Durante meses he nadado mucho y he pedaleado bastante, pero lo que es correr, poco tirando a muy poco; ni una sola serie en un año y pico, ni un solo entrenamiento vivoque yo recuerde, solo trotar y trotar al ritmo que me pide el cuerpo. En estas condiciones, lo suyo es disfrutar.

Lunes, 3 de septiembre:
Voy a recoger al chaval al entrenamiento de baloncesto y troto durante unos cuarenta minutos. Muy suave. No apetece más.

Miércoles, 5 de septiembre:
Como el lunes, algo más de distancia y a un ritmo más vivo.

Viernes, 7 de septiembre:
Recorrido clásico de 9 kilómetros y 200 metros por la parte baja de Los Cerros. Los kilómetros finales me acerco a un ritmo de 4 minutos. Empiezo a estar recuperado.

Domingo, 9 de septiembre:
Salida de lujo con los Amigos de Alcalá y los del Complutum Triatlón. Entre charlas y risas, hago 18 kilómetros y pico en hora y media. Empiezo a sentirme cómodo, pero sin ninguna pretensión.

Lunes, 10 de septiembre:
Hoy no toca correr, pero me empieza a rondar la idea de siempre: para correr por el placer de correr ya están los entrenamientos ¿y si salgo a por todas? ¿y cómo se comportará el cuerpo después de tantos meses de triatlón sin apenas correr? Decido probar al día siguiente. 

Martes, 11 de septiembre:
Arboreto. Doy tres vueltas de calentamiento incrementado el ritmo. La cuarta la hago en menos de 4:00 casi sin quererlo. La quinta decido empezar a apretar: 3:33. En la sexta decido que es el momento: 3:20. Se acabó, decidido: media de Valladolid a lo que dé el cuerpo. ¿Podré bajar de 1:20?

Jueves, 13 de septiembre:
El Retiro. Alrededor de 9 kilómetros alegres sin muchas pretensiones, una especie de descanso activo.

Domingo, 16 de septiembre:
Buena temperatura, bonito dorsal, no veo conocidos como en las anteriores ediciones. Creo que no solo queda poco de lo que fue Telefónica I+D, también queda poco de los que fue mi primer equipo de atletismo. Me sitúo bien. Pum. El recorrido es el mismo de los últimos años, ya me lo conozco mejor que muchas carreras en Madrid. Objetivo: mantener el ritmo de 3:45.

Los primeros kilómetros caen un poco por debajo de 3:45, pero el octavo es el último que cae a 3:45; a partir de ahí empiezo a sumar segundos. El grupo de la segunda chica se aleja poquito a poquito, sin prisa, pero sin pausa. Me pasa alguno, cae algún otro, nada que ver con mis triatlones. Del 14 al 16 me relajo un poco, pero a partir del 16 aprieto porque veo peligrar hasta el 1:20. Y así hasta el final: 1:20:30, como siempre, qué se le va a hacer. Casi estoy en la primera hoja de la clasificación general: puesto 51, 8º de mi categoría de veteranos. Lo positivo es que tengo quince años más que la primera vez que hice 1:20, en Logroño. 

Ahora sí se acabó la temporada, a descansar quince días y a por todas en la que viene.

domingo, 2 de septiembre de 2012

Mi primer medio IM

El de ayer fue uno de esos días en que recibes el premio final a los esfuerzos de una temporada. Las pruebas previas (sprints, olímpicos...) habían sido como los exámenes parciales; el de ayer fue el examen final. Y salió bien, así que me siento como los buenos estudiantes, que al principio (al final, en este caso) del verano se van a casa con buenas notas pensando en descansar un poco hasta el próximo curso. Digo más: me he pasado toda la temporada aprendiendo algo de triatlón y en el examen de ayer aprendí un puñado de  lecciones más.

Me pasé la semana convenciéndome de que lo importante era terminar, pero la verdad es que no puedo evitar ponerle duración a todo lo que hago. Y mi primer medio IM no iba a ser menos. Y aunque todo pintaba bien, al final fue incluso mejor. Empezando por el fantástico ambiente en la entrega del material del viernes y siguiendo con el desplazamiento a Pareja, entre risas y consejos, en la mejor de las compañías, lo ideal para presentarte en la salida sin tiempo para ponerte más nervioso de lo necesario.

Una vez allí preparo todo el material lo más concienzudamente posible y nos dirigimos a la salida. Estoy relativamente tranquilo, aunque es la primera vez que hago 1.900 metros seguidos en mi vida. Como decía, objetivo principal: salir del agua; pero aún así, he estimado que saldré en unos 35 minutos. Y lo consigo: 34'49". Dejo todo muy ordenadito y a pedalear.

Nada más arrancar veo que el cuentakilómetros no se mueve, así que se acabó vigilar la media esperada. Una vez más, el objetivo es llegar relativamente fresco para disfrutar de la carrera, pero también le he indicado a mi mujer que espero llegar entre las 17:50 y las 18:10. Menos mal que es la primera vez que llevo reloj en la muñeca y hay indicadores cada 10 kilómetros, lo que me permite medir algo. Los primeros 10 caen en 20 minutos, luego voy según lo previsto en esos primeros kilómetros, pero no deja de pasarme gente. 

Subo los dos primeros puertos con bastante confianza; son los únicos que no conocía de los cinco que hay que subir. Al girar en la rotonda que va a hacia Fuentalaencina, tengo uno de esos momentos de euforia: corazón latiendo fuerte, recta, leve cuesta abajo, viento de culo, acople... debo ir a cerca de 50 km/h. Y aún así, me pasa gente. Tras el desvío hacia Moratilla sigo bajando intentando no gastar demasiado. Me acuerdo del consejo del juez sobre los resaltes al cruzar el pueblo y la gente apostada para recoger bidones, relojes... reduzco bastante y me aplauden (lo que interpreto como "chico listo, no paga peaje").

Seguimos bajando hasta la tercera subida. Desde aquí ya conozco el recorrido. Llego al primer avituallamiento completo (de mi vida), que pone a prueba mi escasa pericia para ser capaz de coger bebida isotónica, agua y medio plátano. Prueba superada, aunque me bebo el agua sin rellenar el bidón: ese malabarismo lo dejo para más tarde. La bajada también la recuerdo y apenas se tocan los frenos. Pero al llegar abajo se acabó descansar, porque los siguientes kilómetros recorriendo la vega del Tajuña, camino de Brihuega, son el sexto puerto, el del viento en contra, ese que no figura como tal. 

Yo decido no cebarme, así que me sigue pasando gente. Pasan algunos coches y de vez en cuando oigo el motor de una moto de la organización. Ni acoplado, ni sin acoplar, debo ir bastante paradito. Además, tengo las lumbares reventadas y se me está acabando el agua, así que sueño con llegar al maldito desvío de Valfermoso y empezar a trepar.

Por fin llega: prefiero los dos puertos seguidos a los 12 ó 13 kilómetros contra el viento. En el segundo avituallamiento completo ya estoy hecho un maestro: tiro bidón, recojo bidón, cojo botella de agua y relleno. Y no cojo plátano, porque lo que llevo en el estómago es un estanque. Al coronar el primero de los dos puertos aún voy bien. Al ver el indicador de 70 kilómetros, hago cuentas y creo que voy a llegar con el mejor tiempo estimado. A estas alturas ya ni pasas ni te pasan, cada cual está prácticamente en su sitio. Comienza la segunda subida, dejamos Lupiana a un lado y trato de apretar un poco, sabiendo que ya quedan pocos kilómetros de sufrimiento.

La bajada hacia Guadalajara es una gozada, me fastidia no saber qué velocidad llevo, pero no puedo dar más pedales ya. La entrada en el túnel me recuerda la entrada en el estadio en el maratón de Sevilla: nadie te aplaude, nadie te ve, pero empiezas a oler a tarta de cumpleaños, porque sé que cuando me baje de la bicicleta no voy a tener ningún problema en hacer los 20 kilómetros de carrera.

Cuando estoy a punto de entrar a las pistas llega corriendo Roberto-pura-élite, que debe estar terminando su segunda vuelta. No caigo ni en descalzarme en la bici porque estoy eufórico, y llega otro momento inolvidable: toda mi familia jaleándome. ¿Había dicho que llegaba a las 17:50, verdad? son las 17:51. Me calzo y a correr.

Los primeros kilómetros logro hacerlos en unos 21 minutos, pero cada vuelta la hago cada vez más despacio. No hace demasiado calor, pero no quiero agonizar. Cuando llego al kilómetro 10, me quedan 10, y lo comparo con el kilómetro 32 de un maratón y... en absoluto, no es lo mismo: el 32 de un maratón es peor. Al menos hoy; quizá más adelante cambie de opinión. En la llegada decido esprintar y pasar a un último triatleta, olvidando que tenía que entrar con mi pequeña. Me freno, nos damos la mano, le ofrezco al triatleta entrar delante y me dice que tire. Había previsto 1:30 y acabo en 1:32  aproximadamente. Tal vez hoy debería haber jugado a la lotería, porque he acertado en todo.

Al final, 5 horas, 23 minutos y 34 segundos, puesto 151. Sexto de 16 en mi grupo de edad. No puedo evitar sentirme satisfecho con el resultado. Y dar las gracias, como siempre, a mi mujer e hijos (por todo el tiempo que no les dedico), a mis compañeros de trabajo (por aguantarme) y a los compañeros del club (por sus consejos, su ayuda y todos los buenos ratos pasados). 

domingo, 26 de agosto de 2012

Triatlón de Pareja

Mi primera temporada como triatleta se acerca a su fin. Este fin de semana he  terminado el penúltimo triatlón de esta temporada y cuarto olímpico (más o menos). Llevaba una semana relativamente nervioso y seguramente la que viene será peor. El objetivo principal era terminar con sensación de suficiencia, de que no me costaba terminarlo. Porque de lo contrario, mi primer medio IM, dentro de una semana, va a ser pura agonía. Por otro lado, los recuerdos de mi primera media maratón y de mi primera maratón son formidables, así que supongo que, igual que entonces, lo mejor es ir con más miedo que vergüenza...

Con Guille a mi derecha
Al final de la temporada, después de perderla casi toda ella sin mejorar ni la técnica ni la resistencia (así de simple es el resumen), me conformaba con salir del agua sin agobios. No sé si gracias al neopreno o a alguna conjunción astral, en Riaza salí justo en la mitad del pelotón. Aquí nos anuncian que se permite el neopreno, así que todos escopetados a por él. Hago toda la prueba rodeado de gente, eso no me pasaba al principio del verano, que se me iba todo el mundo ¿es el neopreno? Pero si los demás también lo llevan ¿por qué solo me viene bien a mi? Sigo sin disfrutar de esto y braceo de vez en cuando porque no tengo prisa: hay momentos en que me agobia el calor del neopreno, pero lo bueno es que no se me pasa ya por la cabeza abandonar; eso sí, la semana que viene serán 400 metros más... lo sorprendente es que salgo con Guille y Rubén a pocos segundos y  a menos de un minuto de Cristóbal. Puesto 149 (57%). Bien.

Tardo más de la razonable en quitarme el neopreno y a la máquina. El recorrido en bicicleta ya lo conocíamos. La semana previa, varios compañeros del club nos acercamos a conocer el escenario y hacernos una composición, que siempre viene bien y pasas un buen rato. Es una secuencia de subidas y bajadas en las que hay que aprovechar la inercia de la bajada para ponerte arriba otra vez con el menor esfuerzo posible. Hace una semana dimos dos vueltas y el ritmo fue tal que al final de la segunda me fue imposible seguirlo, así que me conformaba con hacer 30 km/h, siempre con la sensación de no ir al 100%, guardando algo para disfrutar del último sector... además, sigo con mi manía de no engancharme a ningún grupo (por ahora). Aún así, hice una media de 32 km/h, pero me pasaban grupos y grupos y yo solo pasaba corredores solitarios. Al final, 199 de 261 (71%): mal, muy mal. Me he dormido, hasta mi mujer se ha dado cuenta.

Y en la carrera a pie, dado que es totalmente llana y que no hacía demasiado calor, el objetivo era intentar ir de menos a más. Todo aderezado con el patrón de ingesta de geles recomendada por nuestro alquimista. Y el resultado fue un continuo adelantar gente a un ritmo simpático: 4:02, puesto 63 (24%). Sorpresa: el agua del avituallamiento estaba fresquita, gracias a los bidones con hielo. No lo había visto nunca y es una idea formidable.

Al llegar me comentaron lo que ya sospechaba: había visto la ambulancia y lo que me parecía la bici de Carlos al lado. Y en efecto, así fue. Afortunadamente, nada tan serio como para no volver a disfrutar pronto de su omnipresencia en todo evento triatlético.

Precisamente fue Carlos el que me decía que esto tenía que ser un entrenamiento de calidad. Así me lo he tomado, algo mejor lo podría haber hecho, supongo; pero se trataba de coger confianza para el medio de Guadalajara y ahora mismo la tengo. Para terminar la jornada, bañito con mi pequeña en el lago (tengo que conseguir que sea triatleta) y paella con la familia, Cristóbal y Emilio en el pueblo.

sábado, 11 de agosto de 2012

Short Riaza

Ayer me decía un vecino que yo estoy tonto cuando me inscribo en un triatlón para el que me tengo que levantar antes de las 5. Igual no anda muy equivocado, pero estoy esperando a que venga a la piscina para contarle qué bien me ha ido.

A las 5:35 estamos en marcha Guille y yo. En Riaza nos encontraremos con cuatro compañeros más del Complutum. A las 7:00 estamos recogiendo dorsal y pegatinas. Nos obsequian con un maillot bastante chulo y de mi talla, así que por ahora me evito comprarme uno, como tenía pensado (los del Decathlon de talla XL son para gente no delgada).

Dejamos el material de carrera en la T2 (las zapatillas, vamos), y después del rito previo de preparación del resto de material, que ya empiezo a interiorizar, y de comprobar que el WC de la gasolinera está en buenas condiciones, Guille, Nico, Vicente y yo empezamos a recorrer los seis kilómetros y pico que nos separan del embalse de Riofrío. La temperatura es agradable.

La T1 está al borde del embalse. Está acondicionada lo mejor posible, pero el acceso al agua es un tanto agreste. Por segunda vez en un triatlón compruebo que el velocímetro de la bici no responde: hala, toca ir a ciegas otra vez. Coloco todo y me enfundo en el neopreno: es la primera vez que puedo utilizarlo en un triatlón. Se permite, no es obligatorio, pero lo lleva casi todo el mundo. Y yo con más razón: la primera lección de hoy es que en efecto ayuda a los peores nadadores, porque es la primera vez que salgo rodeado de tanta gente.

La salida se hace desde el agua y es amplia. El fondo es oscuro, pero el agua es limpia. No hay algas como en Tres Cantos ni verdín como en la Casa de Campo, ni el agua huele a nada. Además, después de dos semanas en las playas del Algarve, 22º son un lujo. Hago los 1000 metros de natación como siempre: mal, no acabo de respirar bien ni de sentirme agusto, pero al menos ya no me agobio.

En la transición me quito el neopreno con menos problemas de los previstos. Salimos bici en mano y me fijo en los problemas de más de un triatleta para meter los pies en el calzado: si sujetas el calzado, entrena el asunto; y si no, mejor te calzas antes, pienso yo. Ni 100 metros después de subir a la bici, hay un ambulancia y triatleta en el suelo. Ni idea de qué ha podido pasarle.

El recorrido en bici, 42 kilómetros, es fácil de describir: subir, bajar, subir, bajar... solo hay un tramo de subir, subir que a la vuelta es bajar, bajar. El circuito es chulo, pero no está cerrado al tráfico y a la vuelta hay más de un tractor, algún camión y coches mezclados con los triatletas que todavía van. Al poco de salir de Riaza me adelanta ese maquinón que es Ángel. El otro maquinón es Nico, que también me adelanta, aunque tarda un poco más. Y eso que yo estoy haciendo el short y ellos el half.

A la vuelta sopla viento y empiezan a notarse el calor y el sube-baja. Un juez me da un toque porque voy haciendo drafting, que a 10 metros, por favor... ni me había dado cuenta. De hecho el que llevaba delante y yo llevamos adelantándonos media carrera sin premeditación alguna. Le adelanto y me tomo el único gel que llevo para ver si me recupero un poco.

Una última rampa y entramos en Riaza camino de la segunda transición, que me sale algo pachucha. Empiezo el recorrido a pie, de 7,6 km, con varios corredores y la cuarta chica detrás. El último as en la manga es una pastilla de Carbonex que nos dieron en el último olímpico. El calor ya es considerable, me adelantan un chaval y la cuarta chica. La pastilla no se deshace y a los seis kilómetros acabaré tirándola. De todos modos, supongo que algo hace porque veo a Guille a unos 300 metros y empiezo a apretar: cae la cuarta chica, caen varios corredores, caen la tercera chica y otro par de corredores, cae el que me adelantó antes y llego a Guille y decido aflojar. Ya no queda ni un kilómetro y hace mucho calor. Al llegar, oigo que mi puesto es el 58. Contento. Todo ha salido bien.

En la llegada nos espera Vitón, que se ha acercado porque veranea cerca. Pruebo por primera vez en mi vida la única bebida disponible, aparte de agua (y sandía): Red Bull. Repugnante. Como hay sed, Vitón nos procura otra. Fresquita, pero repugnante también. Tras unos minutos de espera llegan a la T2 Carlos (no nos lo explicamos bien), Ángel (muy bien situado) y Nico (que va como una moto también). Les queda lo peor, y a nosotros, la vuelta a casa.

viernes, 25 de mayo de 2012

Mi primer triatlón olímpico

Hito cumplido: terminé un triatlón olímpico. Y satisfecho. Contento, no; contento estaré cuando quede en el primer tercio de mi grupo de edad, pero satisfecho. Y también agradecido: a todos los compañeros y familia que estaban allí, porque hizo el antes y el después mucho más agradable. Pero contento, no, solo satisfecho. Además, fue una tarde bien aprovechada: aprendí bastante cosas, de puro sentido común muchas de ellas.

Con frecuencia se me olvida lo que, medio en serio medio en broma, he repetido mil veces a otros corredores: que uno tiene unas circunstancias, que el resultado final depende de tus capacidades, del tiempo que entrenas, del tiempo que descansas, de tu experiencia y de mil cosas más. Me faltaba repetírmelo a mi mismo. Not anymore, I promise.

Ayer fue un día duro, y no precisamente por el triatlón. Y la semana también. Y la anterior ya ni comentarlo. Por eso, también medio en broma medio en serio, que da igual el orden, y siguiendo la tesis de Carlitos, me había fijado tres objetivos: salir del agua contento, conseguir una media de 30 km/h. en la bici y pasar a diestro y siniestro en carrera. Cuando me preguntaban por el tiempo, la respuesta era: 2:34. Objetivos claritos. Los dos primeros, cumplidos; el tercero, en absoluto.

Aproveché el calentamiento en la natación para diseñar la estrategia: ocuparme de respirar y punto. En la salida de la natación, Carlos me presenta a un "Guadalajara", alto y mayorcito como yo, pero que al parece nada como un pez. De hecho, había cruzado el Estrecho. Con la conversación se me pasó la espera volando. Tercera serie, gorrito amarillo. Pum. Al poco ya estoy casi solo, pero sin ningún agobio.  Respirar, respirar. La salida es tan amplia que me da la sensación de estar solo al poco... igual estaba solo. Corrijo constantemente la trayectoria, pero no creo que me desvíe mucho. Cuando estoy acabando los primeros 750 m. no estoy preocupado, eso si: es evidente que soy de los últimos. Al tirarme me entra agua en las gafas. No problem: lo arreglo y sigo con total confianza. En este último tramo me adelantan algunos neoprenos con gorrito blanco, también adelanto algún gorro rojo (creo que nunca había adelantado a nadie, je,je). Al final, salgo como quería: relajado y contento porque ya no tengo nada en contra que me puede vencer.

La transición supongo que fue mejorable, pero salió mejor que la primera vez aquí mismo. Empiezo a estar mentalizado de los pasos que hay que dar y me había estudiado bien los recorridos. Vamos a por la primera vuelta. Esta vez llevo el crono, para ver cómo voy. Contando una vuelta, cuento las cinco: Bego y Carlos animando en la primera subida; adelanto a corredores individuales en todas las subidas sin esforzarme demasiado; solo me doblan grupos (quizá no me costaría engancharme a alguno, pero no es el objetivo hoy); a medida que caen kilómetros, me empiezan a molestar las lumbares; en las bajadas aprendo que no hay por qué frenar y cae algún 60 km/h.; la verdad es que el suelo no es el mejor posible, pero disfruto.

Eso sí, tengo necesidad de beber casi de continuo. Afortunadamente Jesús me recordó llevar agua (que ya me vale) y había llenado el bidón, pero al final estaba deseando enganchar el agua que me esperaba en el circuito de carrera. Calculo que bebí 2,5 litros ayer entre el antes y el después y no fue suficiente: cuando llegué a casa estaba sediento. Me descalzo bien y entro cómodo a la T2.

Pero cuando empiezo la carrera a pie me doy cuenta de que no iba a poder ir a 4:00 como esperaba. Me faltaba aire en el pecho y, sobre todo, fuerzas. No dejé de pasar gente en toda la carrera, pero sentía que iba parado. Noveno de 35 en mi grupo de edad, pero... ¡¡¡ 46 minutos !!! Esto es un entrenamiento suave, casi trote cochinero. Supongo que es el resultado del esfuerzo previo, del calor y de la falta de entrenamiento, pero no me lo esperaba. Normalmente, cuando veo a familiares y amigos acelero el ritmo: ayer era imposible. Una sonrisa todo lo más. En cada vuelta necesitaba acabarme la botellita de agua. Al final, 2:44.

En resumen, satisfecho. Lo de ayer fue una lección de respeto a la prueba: hay que entrenar más y mejor para conseguir estar más adelante. Pero también es cierto que no era el mejor día. Lo del peso es un buen indicador: cuando corría pesaba 75 ó 76 kilos cuando estaba fino; ahora peso 75 y a pesar de todo lo que bebí, cuando llegué a casa pesaba 73 kilos.

Como dice Kilian en su libro Correr o Morir, "ganar es vencer a nuestro cuerpo, nuestros límites y nuestros temores". Ayer vencí a algunos de mis temores, ahora le toca a los límites.

domingo, 20 de mayo de 2012

Hicimos el I DuXPAH

Hoy ha sido un día inolvidable. Me gusta esa sentencia, atribuida a José Martí, de que todo hombre debería plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro. Yo le añadiría "trabajar en equipo", en cualquiera de sus millones de formas posibles.

Tras un inicio de año algo convulso en el seno de nuestro club de triatlón, se puso sobre la mesa la iniciativa de organizar un duatlón popular. Muchos sospechábamos que no era fácil y en los últimos meses lo hemos comprobado. Pero ha sido hoy cuando hemos comprobado que valía la pena el esfuerzo. Por muchas razones.

Para ello hacían faltan un líder, un buen puñado de colaboradores y un objetivo muy claro. Y tres cosas muy importantes: ilusión, ilusión e ilusión. Y de todo teníamos. Lo único que ha habido que buscar eran horas de trabajo, quitadas en su mayoría al descanso y a la familia.

Organización I DuXPAH
No voy a contar en qué consiste organizar un duatlón popular, porque es algo que otros han hecho, hacen y harán mejor que nosotros, pero sí voy a referir unos cuantos momentos que me confirman por qué vale la pena un esfuerzo tan generoso.

Primero, y era el objetivo esencial, porque decenas de personas que disfrutan con la actividad física han estado más cerca de ese otro escalón que es la competición, que no te hace mejor ni peor, pero que supone una motivación adicional, un escaloncito más en la mejora personal, un lugar para compartir lo que te gusta con los demás, y sobre todo, una oportunidad inigualable para transmitir todo eso a los niños.

Ha valido la pena por docenas de pequeños grandes momentos: uno muy especial ha sido cuando ha llegado la última participante, una mujer mayor (aunque mucho más joven que muchas de 18). He vivido por primera vez la espera de absolutamente todos los corredores, lo que incluye a los últimos. Y allí estábamos muchos dejándonos las manos a base de aplausos para recibirla, pero lo mejor ha llegado cuando se ha abrazado a su marido. No había palabras, pero le estaba diciendo: "¿ves cómo podía terminar?".

Más: conozco una familia que ha participado al completo: dice mucho de ellos ¿no? Había compañeros corredores, de la piscina, del trabajo, vecinos... todos ellos son tus conocidos y tus amigos. Les hemos regalado un día de deporte y todos ellos nos han dado las gracias. Me lo confirma una bonita frase que nos han dedicado en el Facebook: "gracias por organizar esto mientras nosotros descansábamos".

Y también merece la pena comprobar que cuando pides ayuda, siempre puedes confiar en los de siempre. Allí estaban mi padre, mi tío, mi hermana, mi cuñado... y como siempre, mi mujer, mi hijo, y después hasta mi hija y mi madre. Un vecino muy salao les ha dicho que si hubiéramos decidido no colaborar, no se hubiera celebrado la prueba. Me siento orgulloso.

Por último, organizar esta prueba me ha permitido conocer mejor a muchos de los miembros del club. Sabía que eran grandes deportistas, pero ahora sé que muchos de ellos son formidables trabajadores y buena gente de verdad. Es un auténtico privilegio compartir algo tan intenso con gente así.

La satisfacción acumulada hoy es mucha. El cansancio también. Ahora solo queda aprender de los errores, descansar un poco y volver dentro de un año para intentar estar otra vez a la altura de las circunstancias.

martes, 20 de marzo de 2012

II Media Maratón Cervantina

Igual exagero, pero creo que hacen falta más de dos manos para contar las medias que he hecho en 1:20. La primera fue aquella, inolvidable, de La Rioja, en Logroño, con Fiz, Antón, Roncero... 1:20:34, en la que comprobé por primera vez que la élite de este deporte era gente normal, a diferencia de lo que sucedía con otros deportes más televisivos. Después vinieron otras medias de resultado similar, como aquella de Fuencarral, pero quizá más valioso (1:20:14) a causa de la dureza de la subida desde El Pardo. O aquella de Coslada (1:20:02), en que casi, casi...

Por eso bajar de 1:20 siempre ha sido mi objetivo en cualquier media. La de ayer tuvo algo de especial también. No me parecía posible bajar de 1:20 sin haber hecho ni el menor entrenamiento de calidad, así que el objetivo de verdad era ver qué era capaz de hacer cuando entrenas un par de días 10 kilómetros al ritmo que te apetece, sin más. Y es que, dado que mi objetivo cada semana no es otro que pedalear y nadar más y mejor (objetivo más que asequible 8-), lo de correr pasa a segundo término (mejor dicho: pasa a tercer término). Además, también fue una de las pocas carreras, no sé si la única, que he corrido sin reloj, como los "buenos".

Y no se puede decir que saliera mal la II Media Maratón de Alcalá de Henares (tercera para los que tenemos memoria y sabemos agradecer el esfuerzo de los primeros organizadores): 1:20:41. En la salida, foto con los Amigos de Alcalá y oportunidad para saludar a montones de conocidos; durante todo el recorrido, animando como siempre, la familia y más conocidos. El recorrido lo podría hacer a ciegas. Por la razón que sea, al pasar por la calles donde pasé mi infancia me vienen a la memoria un montón de recuerdos... estoy en casa.

La primera vuelta la hago tranquilo, pero en la segunda ya noto el cansancio y me concentro en no aflojar, porque más deprisa ya no soy capaz de ir. Los kilómetros caen tranquilamente, seguramente cada vez más despacio, hasta que llegando al km. 20 me sorprende ver que la calle Mayor está prácticamente vacía: animación nula. Y me viene a la cabeza la maratón de Nueva York. El contraste es demoledor. Pero es lo que tenemos, es lo que somos.

Mediado el último kilómetro me sucede la única circunstancia negativa del día. Acababan de animarme Juanma, Carlos y Nico y giraba en Cuatro Caños cuando empieza a avisarme el isquiotibial izquierdo, igual que en Castellón hace año y pico. No queda más remedio que aflojar sin llegar a parar, justo cuando tenía que empezar a apretar.

Afortunadamente la distancia de los seguidores era suficiente para que nadie me adelantara... porque pasarán los años, las medias y los unos veinte, pero sigue y seguirá sin gustarme que me pase nadie. Y menos en la línea de meta de mi casa.