sábado, 26 de abril de 2014

X Medio Ironman de Elche

Cada vez queda menos tiempo para el Ironman de Vitoria. Cada vez tengo más dudas. Mi mayor consuelo es pensar que el 13 de julio, a medida que pasen las horas, estaré cada vez más cansado y, sin embargo, estaré cada vez más convencido de que voy a llegar. A un escala más humana, exactamente la mitad matemáticamente hablando, eso lo que me ha sentido este fin de semana en el triatlón de Elche. De forma resumida: mal la natación, mucho mejor la bicicleta y feliz en la carrera a pie. Lo de siempre, vaya. Pero un poquito mejor...

Pudimos recoger dorsal y dejar la bici en boxes el viernes, así que la mañana empezó tranquila. Pude dormir un ratito más y, como ya conocíamos el sitio, acercarnos con calma, no como el año anterior. Eso no sirvió para que cometiera dos errores. El primero, no echarme protector solar (el hombre es el único animal que tropieza en la misma piedra las veces que haga falta). El segundo, no verificar (y funcionaba el día antes, seguro), que no tenía ni medidor de cadencia ni de velocidad ni nada (los tenía, pero como si no los tuviera). Tampoco lleva reloj. Fui a ciegas toda la carrera.

Con menos nervios de los esperados, seguramente gracias a la compañía de Carlos, y bastantes minutos de retraso nos metemos al agua. Han cambiado el recorrido, lo cual no me importa, pero el viento levanta olas, y eso me hace menos gracia. Durante la mayor parte del recorrido no tengo la sensación de desviarme demasiado y voy rodeado de gente todo el tiempo. Me anima incluso ver que alcanzamos gorros amarillos del grupo de edad que ha salido antes. Por cierto, la idea de dar gorros amarillos cuando las boyas son amarillas no es brillante. De verdad: confunden. En el tramo central me limito a seguir a la masa porque solo sé que tengo que ir hacia África, no veo otra referencia. Al girar en la tercera boya la cosa cambia: tienes el arco de llegada como referencia. Eso sí, las olas son un asco y al menos trago agua cuatro veces. Aún así, salgo tranquilo, pensando que lo he hecho bien. Aunque el que lo ha hecho bien es Rober, que no ha necesitado ni subirse a la bici para pasarme.

La T1 es larguísima, qué se le va a hacer. Al menos se hace corriendo. No sé cómo, pero consigo tirar la bici de al lado (la recojo, por supuesto). Paso el banderín y me alejo bastante para subirme cómodamente porque el apelotonamiento de triatletas es considerable. Empezamos a subir y a los pocos metros empieza el viento a fastidiar. Y no va a dejar de fastidiar en toda la carrera. Por supuesto, me pasan más que paso, pero noto que voy bien. No sé a qué velocidad ni en qué kilómetro estoy, pero voy bien. Es la primera vez que se me hace patente que ir acoplado es una ventaja enorme a la hora de luchar contra el viento. También es la primera vez que, en alguna bajada y en el tramo de viento a favor, casi se me acaban los piñones. Además, esta vez no vuelvo a cometer el error: como, bebo, como, bebo...

La subida a Alenda supongo que es una broma. A mi me parece que no es ni la mitad del Gurugú. La dificultad está en pelear contra el viento. La sensaciones son tremendamente positivas: no sé si voy deprisa o no, pero no llego al final de los tramos contra el viento fundido. Tampoco me duelen las lumbares, como el año pasado. A lo mejor voy más despacio este año. Pero después comprobaré que no: estoy justo en la mitad de los corredores. La media, de hecho, es 31,5 km/h. Que el año pasado no debió llegar a 29 km/h. Pero lo mejor de todo es que no termino pidiendo la hora, que la distancia de 90 km. ya no me parece un mundo. Justo antes de empezar la bajada a la playa, me encuentro a mi pequeña animando... subidón.

Tras una T2 del montón, empiezón el runrún de la carrera a pie. Las dos primeras vueltas son iguales y tienen las malditas escaleras y los no menos malditos tramos de playa. En la primera vuelta me limito a dejarme llevar. Al comienzo de la segunda me tomo el primer gel y empiezo a sentirme mejor. Me doy cuenta de que no estoy yendo al ritmo que podría ir. Me he puesto en modo drafting porque es muy cómodo. Paso mucho triatleta, pero porque se van viniendo abajo. Es al final de la segundas escaleras cuando me tomo el segundo y pongo la cabeza en modo "a por": si el de delante es PEPE, me digo "A por Pepe"; si es JORDI, me repito "A por Jordi"; y así, seis kilómetros de sprint. Es el gel con mejor relación ritmo/precio que me tomado en mi vida. En la recta final no me cuesta nada superar a unos cuantos. Y allí está Ximo para darte el mítico abrazo.

Después vendría un agradable rato esperando a los compañeros del club que quedaban por llegar. A lo que seguiría otro buen rato más recuperando fuerzas a base de paella, bebida y plátanos, a la espera de poder finalmente celebrar el (una vez más) formidable primer puesto de Rober en el grupo de edad de 40-44. 

El resumen es que este año lo he hecho mejor: posición relativa del 45% en 2013 y 27% en 2014. Seguramente, si hubiera corrido con más cabeza tras la primera vuelta, el resultado hubiera sido mejor. Me quedo, no obstante, con un detalle banal, pero muy grato para mi: haber conseguido ser tercero del club (vale: gracias a las circunstancias de una prueba tan dura, que esta vez me sonrieron a mi) y poner mi nombre en la clasificación por equipos a lado del de Rober y Polo nada menos. Y también con una pequeña ilusión: repitiendo tiempo al año que viene, sería cuarto de mi grupo de edad, muy cerquita del tercero, muy cerquita del podio...