domingo, 12 de septiembre de 2021

Maratón de Vilna

Cuanto tiempo sin escribir...

Dos años y medio después de correr la última maratón y casi por casualidad, el pasado 12 de septiembre me puse detrás de la línea de salida de la maratón de Vilna (Vilnius en inglés), capital de Lituania, en el cajón B para más señas. Y como el cajón B iba de 3:00 a 3:30, justito al final, porque era lo que me entraba en la cabeza: bajar de 3:30. Bien lo sabe un chaval muy majete de Barcelona que, al ver la banderita de España que llevo en la camiseta, se me acercó y con él estuve charlando hasta que se dio la salida.

La carrera tiene poca participación (creo que no llegábamos a 1.000 participantes). Supongo que en un país así la carrera a pie no será el deporte más popular. No hacia demasiado calor (creo que llegamos con 22 ó 23 grados), pero sí algo de humedad para mi gusto. Tampoco el recorrido esespecialmente llano (el reloj marcó 240 metros de desnivel). Y animación, escasísima, a años luz no ya de las grandes maratones internacionales, sino de Sevilla, Madrid o Valencia. Pero no me aburrí: hacia el kilómetro 15, esta vez un sevillano me llamó al ver la banderita y con este fui hasta el kilómetro 30 y tantos.

Seguramente las maratones mejor ejecutadas son las que se corren con regularidad. Y nunca había corrido una maratón de forma tan regular: solo unos 15 segundos más lento la segunda mitad que la primera. Puesto 88 en el km. 10, puesto 85 en el km. 21 (-3), puesto 82 en km. 30 (-3) y puesto 60 en la llegada (-22: modo cacería). Considerando la falta de un entrenamiento mínimamente adecuado, la razón no la sé, quizá haberme visto obligado a correr a un ritmo que me resulta tan asequible... Me lesioné en junio y estuve cerca de una semana sin poder andar, dejaba pasar unos días y al volver seguía igual, casi había decidido no participar; solo a principios de agosto puede empezar a trotar, pero entonces me caí (todavía tengo secuelas), luego una contractura en un isquio, un principio de tendinitis en el Aquiles izquierdo… a finales de agosto vi que por fin podía trotar suavemente y decidí que aún tenía tres semanas hasta el día 12… nada menos... sí, lo sé, estoy tarado.

Por eso, pensaba sinceramente que hacer un tiempo de 3:30 era un éxito. Hubiera firmado 3:20. Pero el caso que me sentí bien toda la carrera. Me alimenté bien y con regularidad, bebía poco, pero casi en cada puesto de avituallamiento, no apreté cuando hubiera podido hacerlo y me mantuve fiel al ritmo que consideraba idóneo para llegar entero. Encontrarme al chico de Sevilla fue un lujo porque también iba muy regular. Solo pasados los 30 km. empecé a notar que se quedaba detrás y me fui para adelante. Por calles prácticamente vacías. Hacia tiempo que no corría nada donde no veía nadie delante, de esas veces que te preguntas si cuando llegues al cruce estará indicado correctamente hacia qué lado debes ir. Sufrí de verdad solamente en las últimas bajadas empedradas del centro de la ciudad. La foto de la legada lo dice todo: estoy mirando a Bego, que me esperaba en 3 horas y media, no veinte minutos antes, diciéndole que yo también estoy absolutamente sorprendido.

Añado algo más: laa bolsa del corredor, inigualable: la mejor que he visto en mi vida. La organización, sencilla, pero notable (era campeonato nacional de Lituania). La animación, muy escasa (los grupos musicales de las grandes maratones se sustituían con un par de coches de RedBull y grandes altavoces 8-). Me parece recomendable si además se aprovecha para hacer turismo, como tantas otras.

A diferencia de otras veces, sé que no he hablado más que de lo deportivo, pero es que la de Vilna ha sido una maratón especial para mi. Bajar de 3:10 con lo poco que he podido prepararla, solo quiere decir lo que ya sé: que esta es mi distancia, mi querida distancia.

Y ahora, a pensar en la siguiente…