domingo, 16 de septiembre de 2018

Maratón de Berlín


Fue hace poco menos de un año que decidí correr la maratón de Berlín. Entre las formas de inscripción está la de batir una cierta marca, y así lo hice. No sé si conseguir plaza sin esa marca es complicado o no, pero allí había 44.000 personas. Nunca he corrido una maratón en septiembre y decidí que de ninguna manera iba a afectar a las vacaciones familiares, así que el entrenamiento se limitó a mantener cierta forma tras el Ironman de Frankfurt. Entrenamiento de calidad: cero (más exactamente: cero absoluto).

La inscripción para Berlín no es barata si comparas con otras maratones más cercanas, pero es barata si la comparas con las maratones de Nueva York, Chicago o Boston. Aunque, eso sí, si quieres una camiseta de finisher, te la compras. Y si no tienes chip, 6 euros por el alquiler. Y tienes que optar por guardarropas a la llegada o poncho, ambas o no. En fin, que las chuches te las pagas tú.

La pulserita
La feria del corredor, donde recoges dorsal e imperdibles (que no se respire pobreza) y la pulserita, está en el antiguo aeropuerto de Tempelhof, cerrado en 2008 porque no pueden aterrizar aviones grandes y al ser tan “urbano”, no puede crecer. La feria, como todas, salvo por el pedazo BMW que se supone que abría carrera. Compré geles (que se me habían olvidado en casa) y me hice con un cartel de recuerdo. No me queda claro por qué me revisaron la mochila al salir ¿no debería ser al entrar? Quizá era por si había robado las llaves del BMW. En fin, cosas de alemanes. Como el transporte público funciona de lujo, el mismo billete (familiar) para venirte del aeropuerto te vale para moverte por todo Berlín y volver al hotel. Igual de cómodo que aquí.

6:00 AM. Arriba. He dormido bien y me encuentro bien. Desayuno, visitas a Roca las veces que haga falta, revisar todo con cuidado y una vez que estamos listos, toda la familia hacia el Tiergarten. No sé si alguna vez he tenido menos nervios en una carrera, probablemente porque no siento ni la menor presión. Las piernas están para poco más que acabar, así que la estrategia es trivial: salir a un ritmo cómodo hasta que deje de serlo, y en ese momento, seguir a ese ritmo incómodo hasta que cruces la meta.

La salida...
Ya en mi cajón (C), se me acerca un chaval con camiseta roja de un equipo riojano y me dice: “Hola, yo conozco a Abi”: qué pequeño es el mundo. Después de saludarnos, me empieza a comentar sus tiempos y sus expectativas… y me recuerda a mí mismo hace muchos años. No le cuento que yo no he hecho ni una serie, que entreno muchas veces sin reloj, que estoy allí por puro placer y que llevo el reloj porque he quedado con mi familia en el punto de encuentro a una cierta hora. Lo mejor es que nos distraemos charlando hasta que presentan a los tres hombres y mujeres favoritos. Como en Nueva York, impresiona estar tan cerca de los mejores, alucinante saber tres horas después que nunca antes había estado tan cerca de un récord mundial. Enseguida comienza a sonar música celestial (creo que de Jean Michael Jarre), mientras el speaker dice “sixty seconds... thirty seconds”, la piel de gallina una vez más y… ¡pum!

Km. 19: animación de lujo
No he descansado bien durante meses. Es toda la explicación que puedo dar para explicar el estado de mis piernas y el resultado posterior, pero ya es tarde para llorar. Me dejo llevar y los kilómetros empiezan a caer según lo planeado, más o menos a 4:10. Las piernas se quejan desde el primer kilómetro, pero eso es todo: la cabeza manda, es de lo que estoy orgulloso: nunca falla. El ambiente es fantástico, la temperatura es buena (algo más de fresquito no me hubiera importado), no hay sufrimiento relevante. Hacia el km. 14 veo un negrito caminando (luego supe que era una de las liebres, que ya había explotado). Sigo cómodo (si sentir las piernas como las siento es estar cómodo 8-). Pero cruzo la media en 1:28:30 y aunque sé que queda lo bueno (digo, lo malo) empiezo a fantasear con que podría bajar de 3 horas, dado que sigue sin costarme apenas seguir el ritmo que llevo. 

Km. 32: cariñitos a la familia
Pero no. En el km. 25 se materializa "la maldición de mi tía Paca". Hace unos años nos encontramos en un velatorio, le dije que estaba muy bien y que hacía mucho deporte. Y me dijo que aprovechara porque cuando llegara a los 53 años, entonces me iba a enterar. Silencio absoluto… Maldita sea ¿sería verdad? Era verdad: uno de los músculos isquiotibiales que yo tengo en la pierna derecha (o todos, no sé) se empezaron a contraer sin remedio. Bromas aparte: ya había pasado por ello en Castellón en 2010. Si seguía trotando y medio cojeando la molestia solo era molestia, pero si apretaba, aquello subía de intensidad… y me iba a pasar lo que en Castellón. En el km. 31 me paro en un puesto médico para pedir ayuda (o sea, help). Desgraciadamente di con el único médico alemán que no habla inglés y que no entiende la palabra “contracture” ni siquiera “contraction in this muscle” (ya hablando como los indios) mientras le señalo el músculo con los dedos. En fin, se me ocurre decirle que si tenía Réflex (que ahora sospecho que es una marca española), con el mismo resultado: el tío empeñado en darme vendas, tres o cuatro veces. Total, que le doy las gracias y a seguir padeciendo. Supongo que al verme ir pensaría “pues no estabas tan mal si te vas sin las vendas”.

Avituallamientos cada 4 kilómetros o menos. Muy bien, menos la alfombra de vasos de plástico (somos muy guarros): no quiero pensar cómo queda el suelo cuando pasa el último. Muchísima gente y animando bien, pero eso sí: hay algo que es muy mejorable en la maratón de Berlín es la animación musical. En Nueva York solo había grupos de rock y alguno de góspel, pero con alegría, leches. Aquí es deprimente: jazz, cantautores tipo Lluis Llach, cantos regionales, bandas de barrio tristes, música clásica, pop… y alguna de rock o de percusión. Mira que me gusta casi cualquier tipo de música, pero para correr, poco más que rock… y cuanto más duro mejor.

Acabo. Me pasa mucha gente, como era lógico. Me alcanza el globo de las 3 horas. Así que ya solo queda arrastrarme. Como la pierna derecha no puede trabajar al 100%, la izquierda se come el trabajo (menos mal que no me lesioné). Es ahora, viendo las fotos del final cuando veo cómo me ha cambiado la cara. Pero el cielo está cerca: cruzar por debajo de la Puerta de Brandenburgo, a unos 300 metros de la meta, es un momento precioso si piensas en lo que representa esa puerta; sigo (pensando que al menos estoy haciendo el mismo tiempo de mi primera maratón) y cuando quedan 100 metros lo oigo: “Two hours, one minute, thirty nine seconds”. El italiano de al lado me mira con los ojos abiertos y yo asiento con la cabeza: “sí, lo que crees que has oído es lo que has oído”. 

Antes de acabar, mi opinión sobre ese récord del mundo, visto que es fácil encontrar comentarios de gente hablando de doping. Soy naturalmente confiado, creo que los deportistas no son tramposos y que todo el mundo merece credibilidad, a priori. En la foto se ve un recorte del diario AS con las predicciones de la revista Track and Field para el año 2000. Es de 1984 y me dio por guardarlo entonces a ver… El récord en maratón estaba entonces en 2:08:13 y para 2000 pronosticaba 2:04:20. Y creo que no se consiguió hasta bien después. No es fácil, pero los límites deportivos son para romperlos, y se rompen. Lo pongo solo por dar perspectiva.

El problema es que lo ha conseguido como Usain Bolt consiguió el 9’58 en los 100 metros, como alguien que está por encima de los mortales. Pero es que este señor siempre ha sido un crack (no es alguien del montón que de repente despega). De niño trabajaba como cabrero, y como a tantos keniatas, le tocaba ir al colegio y volver corriendo. He leído que es muy metódico en sus entrenamientos y además tiene la edad perfecta. Y luego está Berlín, el reino de los récords mundiales, por lo que sea (aunque yo casi he hecho la peor marca de mi vida 8-). Si encima añades buenas liebres a la coctelera, yo me creo el récord. Es mi opinión.

Termino: Nueva York, 10; Berlín, 9; Chicago, 7.

1 comentario:

  1. Manu, enhorabuena!!!!! Tocó sufrir, algo más de lo que uno quiere, pero de nuevo lo has sabido solventar y de la mejor forma posible: terminando con un buen tiempo y sin llegar a lesionarte. Bien hecho. Un abrazo enorme.

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