Hoy toca un recorrido acelerado de la prueba de ayer.
Mala noche. Sin duda son los nervios, lo que en realidad es
buen síntoma, porque simplemente tienes dudas. A las 6:45 en pie a preparar el
desayuno de toda la familia, que me acompaña una vez más. Gracias a la Excel de
Jesús, el rito ya empieza a ser familiar. Las pegatinas del Wild Wolf son de lo
mejor: no dejan marca. El gorro fosforito encandila a mi pequeña, que pasará a
ser su propietaria a la vuelta; el mayor ya se ha quedado la camiseta. Gastamos menos
en camisetas y gorros de natación que un jilguero en patatas fritas.
La carretera está vacía: solo en la Calle 30 vemos coches
con bicicletas detrás: ya sabemos dónde van. Se aparca sin problemas. Empezamos
a encontrarnos los del Short. Nico, en el Half, ya está dándolo todo desde las 7:00. Lo
primero es darse un chapuzón. Estoy seguro de que es bueno para reducir ese
temor atávico (e infundado) que al parecer solo sentimos algunos. La temperatura del agua es
excelente: 24 grados. El recorrido es a una sola vuelta: mucho mejor. Una
zodiac hace el recorrido unos minutos antes de la salida, con lo que desaparece
toda duda.
Salimos en la segunda tanda. Me aplico el cuento de
SwimSmooth: “Bubble, breathe, bubble, breathe…”. Bien 200 ó 300 metros hasta
que me encierran dos y le meto un leñazo al de la derecha y me tengo que
apartar… pero yo bien, no sé él. Empiezo a descontar boyas (siete, seis, cinco…), pero me empiezo a dar cuenta de que la mayoría de gorros son como el mío y me
pregunto si a este triatlón vienen los más paquetes de Madrid o es que no lo
estoy haciendo tan mal… El sol no deja ver las boyas finales, pero basta seguir
a la muchedumbre. Enfilamos hacia el pantalán y empiezo a sentirme feliz de
verdad: salgo sonriente por fin.
En la T1 solo un percance: no he dejado los velcros de las
zapatillas sueltos. Por lo que sea, lo que normalmente harías en 5 segundos te
lleva 20. Esto hay que entrenarlo, que no cuesta tanto. Me como media barrita energética de esas que parece comida de perros (es peor: seguro que a los perros no les gusta).
Empiezo a pedalear, pero tardo en enganchar las calas. Lo
mejor va a empezar pronto: acoplado permanentemente, a excepción de las subidas. Hasta
en las rotondas anchas sigo acoplado. Llego a las curvas y algo me dice "no frenes, idiota, no hace falta". Y no hace falta. Probablemente me pasa más gente que la
que yo paso, pero no es como en las pruebas anteriores. Me vuelvo a preguntar por
segunda vez si a este triatlón solo vienen los más paquetes de Madrid. Creo que
llevo la intensidad suficiente para no dejarte muerto para la carrera y,
lo mejor, no me duelen los riñones: ¿es la posición o soy yo? El recorrido es
un pequeño rompepiernas, pero me gusta. Solo dos vueltas de 20 km. en lugar de
las 5 de 8 km.
T2. Normal, para mis habilidades. Engancho dos geles y salgo
tranquilo, a la búsqueda y captura de Guille. Es un lujo tener un compañero del
mismo nivel (si entrenara más, se me acabaría el lujo) al que perseguir. De lo
contrario, es probable que hubiera corrido más despacio.
No me cebo, pero no cejo. En la primera vuelta veo a Nico en
su última vuelta, absolutamente concentrado (octavo puesto el tío, un crack).
Creo que menos él me oye gritarle toda la Casa de Campo. El recorrido es
agradable gracias a las sombras. No dejo de pasar gente y más gente, como
siempre que voy medianamente bien. Al final del recorrido alcanzo a Guille y nos
vamos juntos hasta el final, con un tiempo excelente (al menos así lo siento:
2:23:33) y espero que mejorable al año que viene. Puesto 10 de 80 participantes
en mi categoría. Puesto 90 de 376 participantes. La verdad, no puedo dejar de
quitarle importancia pensando que el nivel es bajo, pero eso sería despreciar a
todos los participantes y no voy a hacerlo.
Por fin un triatlón sin peros, como deberían ser todos:
durmiendo mal de los nervios, nadando sin agonía, disfrutando de la bicicleta
de principio a fin, vaciándote en la carrera y terminando bien y rodeado de
familia y amigos.
Back in September.
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