13 de julio de 2014. 5:15. He dormido razonablemente bien. Me he despertado varias veces, pero he vuelto a dormirme fácilmente. Creo que no estoy nervioso, solo preocupado. Lo que toca es vestirme, preparar la bebida isotónica, el par de sandwiches y desayunar. A las 6:00 estoy en el autobús que nos lleva desde Vitoria hasta Landa. No está lleno, así que me desparramo ocupando dos asientos y me pongo a buscar razones. Razones para no ponerme nervioso a medida que se acerque la hora de tirarse al agua y razones para seguir adelante cuando la cabeza o el cuerpo empiecen a quejarse, espero que dentro de muchas horas. Y encuentro muchas, y muy buenas.Y llego a la conclusión de que el mayor mérito que puedo tener si llego a meta es el de saber estar tan bien rodeado.
Salida de los Iron |
3.800 metros: 50% |
Dejando T1: a por esos 180 km. |
Ninguna complicación en la T1. Está todo muy bien organizado. Y son muchos días pensando en los detalles para que algo salga mal. Vamos allá. Ride to enjoy. En la primera vuelta todo es comodidad. Como me temía, el recorrido está lleno de toboganes, y hay tramos con el suelo mejorable. Pienso: seguro que José dirá que el recorrido es un poco "pestoso", con razón. Y es que no hay grandes subidas ni bajadas, pero poco llano (curiosamente la zona se conoce como la llanada alavesa). Voy vigilando la media, para no alegrarme más de la cuenta y llego al primer encuentro previsto con mi dream team con más de 32 km/h. Al poco adelanto y animo a José González de la Aleja (ex-complutum). Sigo muy fresco, acordándome de todos los consejos de los IM del club: come, bebe... y yo como, bebo... el estómago responde bien y cuando me quiero dar cuenta estoy en el kilómetro 107. Último encuentro con la familia antes de la T2. Besitos y más sonrisas.
107 km. |
A partir de ahí, empiezo a notar el cansancio. Hace algo de calor y me bajo los manguitos. También hace más viento, como estaba previsto, pero afortunadamente casi siempre sopla de lado. Estamos teniendo suerte, pero es evidente que estoy fuerte. Tanto entrenamiento ha servido para tener estos momentos de fortaleza. Se suceden en mi cabeza las galopadas de Rober, Polo y Nico en las que nos sacan los ojos a los humanos, a ritmos "universales" de 35 km/h, las salidas con lluvia, aquel día épico que subimos la Vega más de 40 km. contra el viento, los descensos glaciales hasta Aranzueque, cuando crees que se ha roto el cambio porque los dedos no pueden ni moverlo, la hermosa subida a Morga... en algún sitio tenía que estar todo eso. Pero queda mucho y sigo pendiente de los consejos de Carlos y mantengo la calma. Precisamente el día antes me recomendaba Ángel que comiera todo lo que puediera hacia el 140. Y como soy buen alumno, me zampo un sandwich y un plátano.
Hacia el 160, veo una comadreja y le grito "aparta, bicho": solo me faltaba ser descalificado por delito ecológico. Se nota que voy a menos, pero me conservo bien para mi edad. Sigo pasando gente y entro en Vitoria sin prisas, hasta me descalzo. El ritmo ha caído a 31 km/h. y pico, pero sigo cumpliendo la previsión optimista: más sonrisas.
Entrada a T2: 90% |
En 25 kilómetros no dejo de adelantar gente. Suena a chulería, pero solo pienso en una frase: Run like a pro. Raquel me pregunta que cómo voy: muy bien, respondo; pero casi me gustaría responderle lo que me dijo Rober en la media de Alcalá: "ahora mismo aceleraba". Bebo y vuelvo a beber, como los peces en el río. La sandía me sabe a gloria. Veo a José y le alcanzo. Le pregunto (con dudas, pero con total ingenuidad) si me saca una vuelta y no sé qué me responde, pero me manda al carajo y luego me pide que tire para adelante. En realidad, su ritmo es mucho más inteligente porque va al ritmo correcto para aguantar hasta el final y el mío no. Pero de eso no me doy cuenta hasta que empiezo la tercera vuelta.
Maratón: 2ª vuelta de cuatro |
Empiezo a pensar en mis padres. En esas personas que encarnan mejor que nadie esa frase que tanto me gusta: "Never give up…and smile". Aunque con otras palabras, son muchas las veces que me han dicho: no te preocupes porque ahora solo veas una cuesta arriba, un esfuerzo más y otro más y otro… y habrás llegado. También pienso en mi mujer. Necesitaría varios dígitos para enumerar la cantidad de ocasiones que este año me he encontrado hecho por ella algo que debería haber hecho yo. Cada vez que le he pedido tiempo para entrenar en todos estos meses, no he recibido ni un reproche. Le debo demasiado. Pero aún tengo me queda una buena razón para no parar...
Se trata de una historia que sucedió hace casi cuarenta años. Hace meses mi madre me soltó algo parecido a ¿quién me lo iba a decir a mi cuando tenías 10 años? y me recordó momentos que casi había olvidado. Por aquel entonces, algo se empezó a torcer en mi espalda de niño. Llegó un momento en que me costaba caminar y tenía que sentarme cada poco tiempo. Durante un largo año un médico de La Paz (mediocre, por decirlo suavemente) estuvo tratándome con antibióticos sin ton ni son. Incluso acabé repitiendo curso escolar por tanta ausencia. Afortunadamente, aunque desesperados, mis padres me llevaron al Hospital Infantil de San Rafael. Del primer día solo recuerdo una cosa: un doctor colérico preguntándose cómo se podía hace aquello con un niño y diciéndole a mi madre que no se preocupara porque me iba a curar. Fueron varios años durmiendo en lechos de escayola y haciendo rehabilitación, pero lo consiguió. Jamás olvidaré el nombre de aquel buen traumatólogo: Pablo Arroquia.
Una hora antes no me reía tanto... |
Me siento muy feliz de haberlo conseguido. He tenido suerte, pero también el mérito, como decía al principio, de rodearme de grandes personas: Gracias, don Pablo, por devolver la tranquilidad a mis padres y la normalidad a este crío. Gracias, cariño, porque los dos somos finisher (y lo sabes... 8-). Gracias, papá y mamá, por enseñarme a ser como soy. A mis complutums, por toda su ayuda, consejos y ánimos. Y a mis familiares, amigos y compañeros, por su infinita paciencia conmigo.
Ah, el tiempo, sí: más que nunca es lo de menos. Como dijo una vez Siro, no me siento mejor que nadie, pero sí añadiré algo: estoy orgulloso de ser Ironman Finisher y encantado de poder compartirlo.
¡Enhorabuena Manolo! Y muy bien contado. Tienes que sentirte orgulloso de tu primer IM. No debe ser sencillo bajar de las once horas y tú lo has hecho con facilidad.
ResponderEliminarGracias, Miguel. El secreto es simple: entrenar, entrenar y entrenar. Por cierto, que te leo muchos posts "orientados" a la bicicleta e incluso al triatlón. Seguro que pronto nos vemos en alguna salida 8-).
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