lunes, 13 de diciembre de 2010

Gracias, Castellón


Simplemente, un 10 para el I Maratón de Castellón.
No he corrido ninguna de las grandes maratones que la mayoría no conocemos (Nueva York, Boston, Londres, Berlín...), pero dudo que puedan dar mucho más por el corredor que lo que ayer nos dieron la ciudad de Castellón y su primer Maratón. Las maratones míticas serán seguramente mejores en muchas cosas, pero en lo que no pueden ganarle es en el ansia de hacer una carrera inolvidable, a la altura del esfuerzo que hacemos los que participamos en ella.
Ese era ayer el comentario general. Hacia el kilómetro 30 iba de charla con un miembro de la organización y le hice llegar mi único comentario negativo: el modelo de chip, mucho más incómodo de colocar. Algo tan ridículo como eso es lo único que puedo considerar fallo.
Intentaré resumir, sin orden ni concierto: el trato especial en el hotel (la primera vez que me dejan volver y ducharme), el precio irrisorio por dejar el coche en garaje todo el fin de semana, la animación durante toda la carrera (con un speaker de lujo que animaba la salida y nos animaba uno por uno a la llegada), los avituallamientos más que completos (geles, barritas, fruta, isotónicas...), la señalización perfecta (hasta donde puedo hablar, dejé de mirar el reloj cuando tuve que caminar), los patinadores arriba y abajo ofreciendo réflex (gracias, chavales, llegué gracias a vosotros), la cuidada bolsa de regalos, el detalle de intercambiar la fianza del chip por camiseta solidaria, el avituallamiento colosal a la llegada (fruta, empanada, cervezas, dulces, refrescos...), la calidad de la web y de su información, los centenares de colaboradores, los fisios (en otras maratones he visto bastantes más aprendices que en esta)... y seguro que olvido muchas cosas importantes.
Dejo para el final un detallito: el dorsal. Es la primera vez que ponen mi nombre en él. Sin duda alguna, sirvió para que mi tiempo no fuera aún peor. Pude comprobar que no es lo mismo que te animen que ser jaleado por tu nombre. Oí "Manuel" docenas de veces, incluso algunos adivinaron que yo prefería oír "Manolo". Supongo que no leerán esto, pero les doy las gracias de corazón.
Hasta hoy consideraba los pasos por la Puerta del Sol los más emotivos de cuantos había corrido, pensaba que esa sensación era la que sentirían los ciclistas cuando escalan hacia Los Lagos de Covadonga o de nuestros maratonianos entrando en un estadio olímpico. Pero desde ayer, mi mejor recuerdo será el paso por la Plaza de la Paz de Castellón.
Gracias, Castellón.

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