domingo, 11 de octubre de 2015

Maratón de Chicago

Acabo de ver en la tele una entrevista a Pau Gasol donde, además de demostrar una vez más su calidad humana (de la deportiva qué vamos a decir), decía que le encantaba vivir en Chicago. En estos últimos días precisamente, tras este viaje a Chicago, he comentado con los conocidos algo parecido: Nueva York es un gran parque temático, pero Chicago es una señora ciudad., un sitio mucho mejor para vivir. Imagino que las temperaturas a lo largo del año no lo pondrán fácil, pero dónde va a parar la elegancia de Chicago frente a la exageración de Nueva York.

En la Feria del Corredor
Eso sí, la maratón de Nueva York no tiene igual. Como mínimo puedo afirmar que Chicago no está a su altura. La razón es la gente, no tengo ninguna duda. Es cierto que las dos están perfectamente organizadas (si aquí tenemos que vigilar la entrada a un recinto de cuarenta y pico mil personas, o empezamos una semana antes o se nos muere alguien). La feria del corredor, por ejemplo, ocho veces las de aquí. Y durante la carrera todo perfecto, ni una pega. Pero la verdad es que la animación de Nueva York no tiene parangón. Cada vez que pienso en la entrada en la Primera Avenida, en 2011, se me pone la carne de gallina.

Simplemente es eso: la cantidad de gente. La gente anima igual, pero no hay tanta, digan lo que digan los organizadores. Porque los que hay aprecian igual el esfuerzo, los carteles de la gente, los ánimos indiscriminados, el reconocimiento. Pero es que son menos. Volviendo al hotel, como en Nueva York, me felicitaron varias veces. Pero esta vez no nos fuimos directos al aeropuerto, y pudimos comprobar el orgullo que sienten los que terminan porque al día siguiente, e incluso días después, la cantidad de gente que llevaba colgando su medallita era increíble. Aquí la llevas al día siguiente y te tachan de imbécil. A mí, como buen español, ni se me pasó por la cabeza…

Esta vez tenía el hotel a 20 minutos de camino de la salida. Como en Nueva York, me tocaba el corral A. Delante, la élite y un montón de buenos corredores buscando calificarse para los trials olímpicos de maratón. Una señora canta el himno americano y todos calladitos, como debe ser, y los americanos con el puño en el pecho (envidia que me dan, qué se le va a hacer, aquí preferimos romper el país). No pude evitar acordarme de Sinatra (de su voz, me refiero). Pum. A correr.

Muerto no, lo siguiente
De mi carrera no hay mucho que contar. La verdad es que consideraba asequible hacer 2:54. Pero me sentía bien y decidí arriesgar. Algo debió influir la euforia de ver la hazaña de Rober en Kona. Y eso no es buena idea nunca. Fui muy bien hasta el km. 20. No iba forzando, pero a partir del 21, decidí que era imposible seguir a ese ritmo y, casi sin quererlo, empecé a reducir la velocidad. La foto está tomada por mi niña, a medio kilómetro de la llegada. Muerto no, lo siguiente... El recibimiento, con centenares de voluntarios aplaudiendo y dándote la enhorabuena es un gran momento, a pesar de no sentir las piernas. Pero allí no dejan  para a nadie, quedan muchos miles de corredores por entrar aún y merecen su espacio.

La verdad es que me hacía muchísima ilusión entrar entre los cinco primeros de mi grupo de edad. Leí que dan un trofeo con tu nombre grabado. Hacía falta bajar de 2:50 y a mitad de camino estaba en 2:48, pero si sigo intentándolo unos kilómetros más hubiera sido peor: quedaba demasiado. Como dicen los chavales, una petada en toda regla. Sin duda me faltaba fondo. Creo que se me olvidó que no se le puede perder el respeto nunca a un maratón. De todos modos, puesto 11 de 1906 es para estar orgulloso y lo estoy (y por eso lo escribo).

Paseito en bici por la orilla del Lago Michigan
El resto de la semana lo pasamos disfrutando de, como decía, una ciudad elegante. Hizo un tiempo excelente, ideal. El río, el lago, los puentes, el metro elevado, sus iconos, los rascacielos y sus miradores de vértigo, los museos, los grandes almacenes, su pizza supergruesa, las limusinas, algún paseito en bici… Hubiera estado bien ver algún partido en vivo de los Bulls o de los Cubs (los seguidores estaban eufóricos, hacía no sé cuánto que no ganaban y este año van muy bien clasificados) o mejor de los Bears, que el fútbol americano es espectacular de verdad, pero no nos animamos.

Ahora toca decidir cuál es la siguiente major.

viernes, 25 de septiembre de 2015

Pongamos que salgo de Madrid

Si puedes, lee esto escuchando a Sabina y Rosario o a Antonio Flores en una versión más cañera. Al menos no habrás perdido el tiempo... 

Hace tiempo que quería hacer algo que, supongo, es una especie de chiquillada, un corte de mangas, una peineta después de treinta y dos años yendo de Alcalá a Madrid y vuelta todos los días. Primero para estudiar y después (afortunadamente) para trabajar. En autobús, en coche o en tren, doscientas y pico veces todos los años. 

M-30
Pero hoy me he sublevado un poco por fin; y parafraseando a Sabina me he dicho "pongamos que salgo de Madrid", pongamos que mando a Renfe y sus malditas huelgas a freír espárragos, pongamos que mando a la Conti, a los atascos de la N-II y al petróleo y sus derivados a hacer puñetas... pongamos que vuelvo desde el trabajo hasta Alcalá de Henares, hasta mi ciudad, hasta casa... corriendo.

Pongamos que decido disfrutar por una vez del paisaje urbano de una ciudad insufrible, pero hospitalaria como pocas, que atravieso El Retiro hacia Sáinz de Baranda, atravieso la primera muralla que rodea Madrid, la M-30, y recorro Marqués de Corbera, la Avenida de Daroca, las calles Largo Caballero, Alberique y otras desconocidas para mi hasta que me diviso la Peineta, y que después de nueve kilómetros y pico salto esa segunda valla brutal que es la M-40.

Coslada
Pongamos que recorro la carretera de San Blas a Coslada (M-201) y atravieso la vía Marconi hasta llegar, de nuevo, al paisaje de asfalto, ladrillo y cristal de Coslada y sin darte cuenta al de San Fernando de Henares. Son casi cinco kilómetros hasta que abandono esta localidad por la glorieta de Europa y dos más hasta que llego a la tercera gran alambrada: la M-50. Y después de dos y medio más corriendo paralelo al polígono industrial, entro en Torrejón de Ardoz.

Pongamos que recorro la localidad vecina, Torrejón de Ardoz, alargada como todas las del Corredor del Henares, recorro la avenida de Circunvalación y sigo zizagueando hasta llegar a las glorietas de su Ronda Sur, que me dan paso de nuevo a los caminos que me han de llevar hasta la orilla del río Henares, en el punto en que le rinde el tributo de su escaso caudal el río Torote.

Cerro del Viso
Pongamos, por fin, que atravieso el Torote y recorro la rotonda sobre la M-203 para así dejar la terra incognita (latín, no lleva tilde). Entro en la avenida de Madrid y me desvío por la calle Iplacea y la M-300 hasta llegar a Los Gorriones y la Ronda Fiscal... estoy en casa. Han sido 3 horas y cuarto y 32 kilómetros de liberación, de reivindicación, de descubrimiento, de bromas, de reto, de vida.

Precisamente cuando llegaba me he dado cuenta de que por estas fechas empecé a ir a la Ciudad Universitaria a diario hace nada menos que 32 años ¿qué mejor forma de celebrarlo que recorriendo el mismo número de kilómetros? Pitagórico el que suscribe, me gustan las coincidencias numéricas. No sé, quizá haya empezado algo interesante, porque no parece complicado hacerlo en bicicleta.

Pues esta es mi historia de hoy. Y se la dedico a mis dos zagales. Porque no quiero dejar de enseñarles que a veces hay que dejar el sentido común a un lado y preguntarse ¿por qué no hacerlo?

sábado, 29 de agosto de 2015

Nueva temporada, nuevas ilusiones

Han pasado casi tres meses desde el accidente de bicicleta. No ha llovido mucho desde entonces (de hecho no ha llovido casi nada), pero ha pasado mucho tiempo y tengo mucho que contar.

El 4 de junio llevaba más de 155 kilómetros nadados, 4.900 kilómetros de bicicleta y casi 900 kilómetros de carrera. Mucho esfuerzo y mucho sacrificio, pero el trabajo ya estaba hecho. La ilusión de los cinco meses anteriores estaba ya a menos de cuatro semanas, y empezaba a pensar en la estrategia de la carrera, en los detalles, a hacer cuentas… Desafortunadamente, al pasar por Meco, cuando ya prácticamente estábamos terminando, me despisté un momento y con la ayuda de un suelo tercermundista me fui al suelo. Fin del sueño. Lo peor de todo fue que sobre la prueba pivotaban demasiadas cosas importantes, especialmente los planes de vacaciones, que se fueron al traste.

Ya pasó: no ha sido fácil, pero ya pasó. Me queda haber disfrutado del camino, de los entrenamientos con los compañeros, y de los buenos resultados (jamás olvidaré el podio de Peñíscola y el cumpleaños feliz), pero solo tiene sentido mirar hacia adelante. También he aprendido cómo se comportan los organizadores de algunas pruebas cuando les informas de tu situación y les propones cambiar la inscripción al año siguiente. Pero ya he vuelto a correr, he empezado a nadar y pronto me subiré a la bicicleta de nuevo. Y lo más importante, los planes se agolpan en una secuencia encantadora: Valladolid, Chicago, brevets, Niza, Florencia, Transvulcania, Roth…

En la refrescante fuente de Yélamos de Arriba
Uno de esas cosas importantes que se fueron al garete era participar ayer en el Triatlón de Guadalajara. No puedo ser, pero sí pude estar como voluntario, ayudar y disfrutar de otra forma. No resultó tan sencillo como yo esperaba. Demasiado coche intentando acceder al circuito de bicicleta, pero la verdad es que todos, y hablo de cerca de una veintena, con excepción de un sinvergüenza, fueron comprensivos.

De Yélamos de Arriba salió una docena de personas a animar de principio a fin. Me lo pasé bien explicándoles qué era una cabra, en qué consistía la prueba, por qué no se iba en pelotón, etc. Nos reímos mucho cuando le di paso a un SEAT Panda de cerca de 30 años pidiéndole que cruzara rápido… Y al final todos volcados en traerles agua a los últimos triatletas (ya que hubo problemas en el avituallamiento previo). Buena gente. Me despedí de ellos diciéndoles que al año siguiente los quería allí otra vez, pero que les saludaría desde la bicicleta.

Aunque me ayudó Bego, en ese punto hacen falta dos personas dedicadas (hubo varias veces que tenía coches intentando acceder desde los dos lados de la carrera). Al final todo salió bien, excepto porque un ciclista se despistó y se metió a Yélamos (y otro que se fue detrás). El primero se enfadó con nosotros y le comprendo, pero en realidad las cuatro flechas del suelo estaban para algo y yo creo que el recorrido obvio era seguir de frente. Como varios triatletas se habían metido a coger agua al pueblo, no quisimos pararle, pero le preguntamos “¿Vas a por agua, verdad?”. En fin, el cliente siempre tiene razón… solo queda pedirle disculpas.


Como no teníamos bastante, de allí nos fuimos a San Sebastián de los Reyes, a correr una carrera de 10 km. Allí se están celebrando las fiestas y parte del recorrido es el de los famosos encierros. No sé si estaría bien medida, pero dadas las altas temperaturas, el cansancio, las cuestas y la escasez de agua, doy por muy bueno el resultado. Buenas expectativas para las próximas citas.

domingo, 10 de mayo de 2015

Duatlón Cross de Daganzo y Media Maratón de Azuqueca

Me está sentando bien el medio siglo. Cada vez que tomo la salida, acabo encima del podio. Incluso en lo que no me sale nada bien. Más de una vez he dicho que no pienso quitarle mérito: primero porque los otros de tu edad pueden tomar la salida si quieren, pero no lo hacen; segundo, por puro respeto a los que quedan por detrás.

No sé montar en bici de montaña. Le puedo echar la culpa a veintisiete cosas, pero la principal razón para que me pase hasta el tato es que veo una bajada llena de piedras, las alarmas se disparan en mi cerebro y freno. Me da cosa matarme, no me agrada. En las subidas no se me va nadie (salvo que meta la pata y cambie tarde), en llano más o menos, pero en las bajadas lo único que oigo es "¡izquierda, izquierda, izquierda...!" o "¡derecha, derecha, derecha...!" en función de que yo vaya por la derecha o por la izquierda, respectivamente. Y hasta me dan las gracias. Seguro que alguno piensa que soy un despistado que pasaba por allí. Me debieron pasar más de veinte duatletas en el tramo de bicicleta.

Duatlón Cross de Daganzo
Añádele luego esas distancias de carrera a pie que tienen los duatlones (cuatro kilómetros y medio el primer tramo y dos y pico el segundo): no me da tiempo ni a calentar. El pasado 3 de mayo corrí mi primer duatlón cross. En Daganzo. Me gustó la experiencia, sobre todo subir al podio con dos máquinas, que ellos sí que lo son. Lo único que hice mejor que ellos fueron las transiciones. Y la razón es que yo no llevo calas. Por las mismas: miedo, falta de destreza, etc. La carrera, sencilla, bien organizada, casi tanto como el Duatlón Cross Popular de Alcalá de Henares 8-). En particular me gustó ver por fin unos boxes suficientemente altos, donde puedo meter y sacar la bici sin tener que tumbarla. Me gustaron y agradezco también los consejos del que controlaba el acceso al entrar en boxes (llevaba el cierre de una rueda flojo y mal orientado).

Y el pasado 10 de mayo volví a correr la media maratón de Azuqueca de Henares. Me sigue pareciendo una carrera con una excelente relación calidad/precio. Bonita no es, eso cierto, pero tiene casi todo lo que le pides a este tipo de carreras: recogida de dorsal cómoda (inmediata), bien medida, bien señalizada, avituallamiento en carrera suficiente, algún recuerdo chulo y algo que tomar a la llegada. pero además me sorprendió que hubiera diez puestos de masajes, la Coronitas fresquita de verdad, etc. En la salida me sentía agarrotado (había hecho bici antes), pero no especialmente cansado. Sabía que iba a hacer calor, pero tomé la salida con la idea de hacer podio (V2M), sin esperar a ver cómo se me daba...

Media de Azuqueca de Henares
Y se me dio bien. Hizo mucho calor, pero no bajé el ritmo. Mi mujer me avisaba de que iba el décimo, y aún así era probable que fuera tercero (está divertido eso de adivinar si los que tienes por delante pasan o no de cincuenta años). Y acertó: tercero. Lo curioso del asunto es que los nueve primeros nos repartirmos los tres podios por categoría. Es evidente que los jóvenes no participan en estas carreras. Y mientras sea así, seguiremos llegando por delante los mayorcitos.

viernes, 1 de mayo de 2015

Brevet de Yepes

Hoy tocaba experimentar. Ya el año pasado intentamos hacer una brevet de 200 kilómetros, pero los organizadores no nos lo pusieron fácil (por decirlo educadamente). Este año no ha habido ningún problema (no hay razón para que lo haya, ciertamente). Las brevets son pruebas de larga distancia que se realizan bajo un reglamento homologado por el Audax Club Parisien y que se celebran sobre distancias de 200, 300, 400, 600 y 1000 kilómetros que deben de ser cubiertas en un tiempo máximo marcado en función de la distancia. Tiene su maximo exponente en la París-Brest-París que se celebra cada cuatro años en Francia.

Punto de salida (y llegada)
La de hoy es organizada por el Club Ciclista de Yepes. En la salida nos hemos dado cita unos ochenta ciclistas, calculo yo. El día ha amanecido muy agradable y propicio, a priori, para no sufrir demasiado. Luego el viento ha hecho de las suyas. Una vez recogido el cartoncito donde registras tu paso por los lugares marcados por la organización, y la hoja de ruta que describe el recorrido y los tiempos de paso, nos hemos puesto en marcha en plan grupeta masiva. Bien pronto algunos grupos se han despegado del grupo general. No obstante, llevar un ritmo demasiado alto no parece buena idea. Los organizadores no solo fijan unos tiempos de paso máximos, también mínimos. Supongo que se trata de dejar claro que no es una prueba competitiva. 

El grupo se ha mantenido razonablemente unido unos 30 kilómetros, después ha empezado a trocearse. Como yo iba solo, me he unido a un grupo que iba quizá más fuerte de mi previsión, pero me he metido en él hasta que hemos llegado al primer punto de control, en Los Yébenes. El ritmo, a pesar de que el viento molestaba de lado, casi 29 km/h. Al reemprender la marcha, los grupos se trocean aún más. Afortunadamente he logrado meterme en uno con otros siete ciclistas. Y es que a partir de Los Yébenes, el viento daba totalmente de cara. Sin convenirlo, nos hemos puesto a dar relevos los ocho durante unos 25 kilómetros. Yo nunca había hecho algo así, me he limitado a observar y hacer lo mismo. Eso ha hecho que el ritmo apenas bajara, pero pronto han aparecido las primeras bajas y el grupo ha quedado desarbolado. Así que, por delante, 25 kilómetros más de viento de cara hasta Retuerta del Bullaque. Ale, toma brevet.

Tampoco me puedo quejar, el ritmo medio hasta el punto más alejado del origen ha sido de más de 27,5 km/h. En la gasolinera sello la credencial (no puedo evitar llamarla así, es que me recuerda El Camino de Santiago), como algo, bebo coca-cola, pis y a darle otra vez. Los siguientes 50 kilómetros son los mejores. Sigo definitivamente solo y no me pasa ni paso (ni veo siquiera) un solo ciclista. Campos verdes, rojos, amarillos, violetas... buitres en el cielo (estamos cerca del Parque Nacional de Cabañeros), montes por todos lados, pocos pueblos, constantes subidas y bajadas, pero lo mejor: el viento de culo. Eso hace que suba la media por encima de 30 km/h después de 150 kilómetros.

Como no me he fijado en los detalles, llegando a Los Yébenes me entran las dudas. El recorrido de ida no es el mismo que el de vuelta. Y cuando llevas 150 kilómetros, las dudas no molan. Consulta la hoja de ruta y resuelvo bien. Aún así, le pregunto a una señora, que se empeña en mandarme por la autovía (¡¡¡Por el amor de Dios, señora!!!). Finalmente encuentro el camino, pero cuando llego a Mora, meto la pata. Como se me está acabando el agua, decido no circunvalar y entro en el pueblo, en busca de una fuente. No la encuentro, pero tampoco me agobia el asunto. Lo que sí pienso es que igual estoy haciendo un kilómetro menos, pero al final todo es un error: aparte de no encontrar agua y pasar un rato consultando el GPS (mientras unos vejetes me dicen que deje la bici y me tome un vermú -lo juro-) compruebo que hecho un par de kilómetros más.

Pero al final encuentro el camino: me quedan 29 kilómetros para Yepes, el viento sigue dando de lado y decido parar un momento (es que llevo ya setenta y tantos kilómetros desde la última parada) y entonces pasa un ciclista. Ni saluda, por cierto. Me tomo lo único que me queda, un gel, y me pongo en marcha sin intención de parar. Al poco tiempo alcanzo al ciclista (al que, por supuesto, saludo con una amplia sonrisa) y la cabeza ya solo descuenta kilómetros.

A unos cinco de Yepes, pasado Huerta de Vadecarábanos, hay una subida deliciosa, prolongada, con viento de cara, sin agua y con doscientos kilómetros en las piernas. Me anima que veo al segundo ciclista en todo el recorrido de vuelta. Y cuando veo la punta de la iglesia de Yepes, aún me animo más.

A partir de ahí, poco más que contar. El cartoncito con los sellos lo dejas en el bar Makeda (muy simpáticos y la coca-cola muy rica), ya que parece ser que la organización lo envía a Francia para su registro. No sé qué implica, pero supongo que me he ganado el derecho a hacer una brevet de 300 kilómetros (creo haberlo leído). De momento, no entra en mi planes... pero entrará. De forma resumida diré que, como experiencia, me ha parecido muy agradable, bastante duro por la distancia y el viento, el recorrido precioso, pero en cualquier caso no hay color entre ir solo e ir acompañado.

domingo, 26 de abril de 2015

Half de Peñíscola

Llevaba tiempo sin escribir. Demasiado entrenamiento, quizá. Primer triatlón de la temporada: el half de Peñíscola, que este año celebraba su tercera edición. En esta época del año parece natural nadar en el mar, que en el interior el agua todavía está demasiado fría. Y aunque haya otras muchas opciones a lo largo de la costa mediterránea, lo lógico era dejarse llevar por la marea roja, de forma que nada menos que dieciocho complutums nos juntamos para disfrutar de esta prueba.

No pudimos salir hasta el mismo sábado, y no precisamente con las primeras luces, así que el viaje se me hizo un poco largo; no en vano son casi quinientos kilómetros. Eso hace que te surjan las primeras dudas sobre si no estarás más cansado de la cuenta al día siguiente. Además, había empezado la semana muerto de cansancio. Pero entre el buen ambiente y la buena compañía de que disfrutamos toda la tarde, logré llegar a la salida sin dudas sobre mi forma física.

La noche anterior al half fue muy especial. Los compañeros habían preparado una pequeña sorpresa para celebrar el cumpleaños de Sonia y el mío (hace pocos días que cumplí medio siglo, a esto en el club sólo me gana Miguel Ángel), así que viví un momento realmente agradable. Por la noche, también tuve suerte. En el hotel donde nos alojábamos (250 triatletas y sus familias) no se les ocurrió nada mejor que celebrar una fiesta. A alguien se le pasó que hay una notable incompatibilidad entre descanso y fiesta. Pero en nuestra habitación no se oía el sarao. Eso sí, a las 4 de la mañana empecé a darle vueltas, haciéndome la pregunta clásica: "¿qué necesidad tengo yo de pegarme esta madrugada para meterme a nadar dos kilómetros en el mar pudiendo estar en casita desayunando cruasanes mientras me preparo para dar un paseito por Los Cerros o cualquier otra actividad mundana?".

Pero ya no hay vuelta atrás, nunca hay vuelta atrás. Afortunadamente, los miedos con compañía (en el desayuno) se olvidan un poco. Pero aún habría un par de ratos de tensión: en la habitación no encuentro el chip por ningún lado (al final aparece, claro) y ya en la entrada a boxes veo que uno de los piezas de ajuste del casco se ha salido de su sitio (afortunadamente, el buenazo de David me echó una mano y se resolvió el problema).

El recorrido de natación empieza con un tramo de caminata especialmente largo. Se sale de la playa sur, se gira en el espigón, se rodea el tómbolo de Peñíscola y se entra por la playa norte. No tuve la sensación de desviarme de las boyas en ningún momento, el mar estaba tranquilo y no pasé agobio, pero el resultado fue mucho peor de lo esperado: puesto 356 de 467 (percentil 76%). Sigo sin tener claro por qué nado tan mal. Y no me queda mucho tiempo para buscar solución antes del 28 de junio, pero sigo en ello...

La T1, vistos los tiempos, especialmente mala también. Me cuesta mucho quitarme la parte inferior del neopreno. Habrá que entrenarlo más porque todos los que entraron por delante de mi tienen cerca de un minuto menos. Mala cosa si tu objetivo es el tiempo final. Afortunadamentem, empiezan la bicicleta y la cuenta atrás. El recorrido es un tramo de enlace de 15 km., tres vueltas de 20 km. y vuelta por el tramo de enlace. Y es un circuito rompepiernas. No conozco el circuito, pero voy avisado, así que mido muy bien mis fuerzas para no tener un bajón, pero sin relajarme ni un momento. El resultado, increíble: casi 34 km/h de media, puesto 95 (percentil 20%). Lo hubiera firmado con sangre antes de salir. En el recorrido supero a varios compañeros y juego al ratón y el gato con Julio. Él no ha podido llevar su cabra y eso le resta puntos. Es la primera carrera de mi vida en que noto la diferencia entre llevar cabra y no llevarla de verdad.

Mi T2 no es tan desastrosa como la T1, aunque mejorable. Lo que más tiempo me lleva es ponerme las zapatillas. Ahora toca correr y tengo mis dudas. No llevo reloj, lo único que pienso es llevar un ritmo constante e ir cazando compañeros. El circuito son dos vueltas de 10 km, con un par de repechos cortos, pero muy fuertes. Duros, vaya. Llevar a Julio delante es un lujo porque él corre más que yo, así que lograr alcanzarle y luego seguirle es garantía de buen ritmo. Llegado un punto, ya solo tenemos delante a los que no alcanzaría nunca. Rober va como un obús, Ángel y Nico como suelen hacerlo (concentrados a muerte) e Israel va también muy sólido. Cuando quedan pocos kilómetros, Julio empieza a quedarse, pero yo me siento fuerte y sigo pensando en el podio. Por eso, aunque a tres o cuatro kms. de meta ya esté el pescado vendido, no quiero aflojar porque estoy disfrutando. Al final, un espectacular puesto 13 en carrera, a 4:04.

V2M: tercer clasificado
Llego. Apenas si veía otra cosa que el reloj: 4:45, que en realidad son 4:44 por haber salido con un minuto de diferencia. A partir de ahí, a esperar: le digo a Rober que creo no haber visto a gente mayor delante de mi en la carrera a pie, y él me responde que tampoco yo parezco mayor (gracias por el piropo). Y al final resulta que teníamos razón: tercer puesto de la categoría V2M, primer podio en triatlón de mi vida, rodeado de mi mujer, mis hijos y unas personas formidables en lo deportivo (casi tanto como en lo humano). No puedo pedir más.

Podría decir que estoy feliz por el fantástico resultado del tramo de bicicleta o del tramo de carrera a pie, por el trofeo, por la posición o por las felicitaciones, pero la realidad es que estoy feliz porque he disfrutado como un crío de ocho años durante horas y porque me he sentido querido por toda la familia Complutum.

Anécdota: llamo mi madre y le digo que ya he llegado, que todo ha salido muy bien, que nos vamos a comer y que he hecho podio; por su respuesta deduzco que no se ha enterado de la buena noticia (ella ya considera buena noticia que esté vivo). Cuando hablo con ella a la vuelta, me confirma que en efecto no se enteró, y que ahora se explicaba por qué le había dicho que nos íbamos a comer y que (y esto es lo que le chocaba) íbamos a comer "pollo".