lunes, 15 de abril de 2019

Maratón de Boston

Imagino que me tengo que ir acostumbrando a que cada vez iré más despacio. Un pequeño desastre, pero no daré explicaciones al resultado obtenido, porque cualquier cosa que escriba sonara a excusa, algo que odio. Así que intentaré ser objetivo y hablar solo de la maratón misma y alguno cosa más. Y es lo justo  porque, en mi opinión, la de Boston es una maratón de 10. 

La previsión del tiempo era horrorosa desde una semana antes. Fue mejorando poco a poco, pero la lluvia no nos la quitaba nadie... Al final, no llovió durante, pero sí antes de la carrera. A cántaros. La gente se agolpaba en la salida del metro: mejor llegar tarde que ahogarte. En previsión de ello me había cubierto las zapatillas con celofán transparente del ancho y eso me permitió conservar los calcetines secos en los 20 minutos que pasé bajo una lluvia torrencial dejando la ropa y viajando hasta el autobús. Poco después de llegar a Hopkinton (la salida) dejó de llover. Dos enormes carpas, aunque me temo que insuficientes si hubiera llovido allí. Pasé algo de frío, pero nada más. Comida, bebida y aseos de sobra.

Paseito hasta mi cajón, a escuchar el himno... y pum. La maratón de Boston empieza bajando, pero es dura. Es cierto que el desnivel es favorable (por eso no puede ser récord del mundo, además de por la distancia que hay entre salida y llegada), pero es muy dura. Cuando terminas de subir las docenas de pendientes que hay y empiezas a bajar, ya ves delante la siguiente subida. Solo la Heartbreak Hill es algo más larga, pero la dureza no viene de una colina, sino de la suma. Si no me equivoco, ya es llegando a Boston cuando llanea. Y además hay que sumar el clima. Al final no es que lloviera, que casi lo hubiera preferido, es que el calor que hizo y la humedad que sabía que haría, fueron notables, por decirlo con elegancia. Mala suerte.

Pero el recorrido, además de agradable, está lleno de gente de principio a fin. Puede que no sean las hordas de Nueva York, pero es increíble. Hay un punto hacia la mitad del recorrido donde las jovencitas del instituto de al lado salen a animar en masa, ocupando trescientos o cuatrocientos metros... y te dejan sordo. Me sacaron la sonrisa más grande de toda la mañana. Gente animando sin parar a los de las sillas de ruedas, a los marines que hacen el recorrido con el traje militar, que se desgañitan en cuanto identifican tu camiseta como de tal o cual país, con cartelitos de ánimo de todo tipo. Millas y kilómetros bien señalizados. El agua, el Gatorade, los plátanos, todo colocado a derecha e izquierda y con regularidad japonesa. Ni un percance, ni una mala cara... de lujo.


Lástima no haberlo disfrutado más. Siempre he dicho que a la media maratón tienes que llegar fresco, casi preguntándote que cuando empieza la carrera; pero esta vez no me pregunté nada. Sabía que iba roto como nunca lo había estado (aunque pasara en 1:28 y pico) y que lo iba a pasar muy mal. Y así fue. Tuve que andar multitud de veces. No sé por qué me dolían las piernas así. Se me aceleraba el corazón yendo casi parado. A veces me faltaba el aire. Entrando a Boston crece la animación, pero jamás se me había hecho tan cuesta arriba un llano. Cada vez iba más y más despacio. Solo en el último kilómetro apreté un poco, por puro orgullo. Y entré justito por debajo de 3:18. Di todo lo que tenía, porque tenía claro que si había un objetivo irrenunciable era llegar. Punto. Cuando tenía lesiones con 40 años me preguntaba si tendría que dejar de correr maratones. Y aquí estamos, solo hace falta perspectiva para apreciar la suerte que tengo 8-).




Contaré dos cosas más. Dos de los mejores momentos del viaje, de los que lo hacen inolvidable. El primero fue la "Bendición de los Atletas". De camino al Centro de Convenciones para recoger el dorsal vimos que en una iglesia iba a comenzar un acto religioso para bendecir a los atletas. En Youtube se puede ver el de 2018. Una iglesia preciosa, un coro de niños, un coro de mayores, hasta un gaitero, y un órgano para acompañarles a todos. Emotivo, sincero, hermoso, inolvidable. Al final, la pastora (de los varios que intervinieron) preguntó cuántos corríamos por primera vez, luego por segunda o tercera, hasta diez, luego hasta veinte, treinta, cuarenta y finalmente más de cuarenta. Tres personas se levantaron. Les preguntó la cifra: el primero dijo que había corrido Boston 41 veces, el segundo dijo que 48 veces, aquello se vino abajo de aplausos y el tercero se vio obligado a decir "only forty two" 8-). El récord lo tiene un señor con 58 maratones de Boston terminadas. Sin palabras.


Y por último, aunque no tenga que ver con el maratón, contaré que asistí al Boston Garden para ver el segundo partido de los playoff de los Celtics contra los Pacers. Ver un partido en directo de la NBA era un sueño que tenía desde joven. Tenía miedo de que solo estuviera bien, pero fue el mejor partido de baloncesto que he visto en mi vida: los americanos son los reyes del espectáculo. Ya no me quedan ganas de ir a ver partidos de baloncesto, creo que nada va a ser igual ya 8-). Inolvidable una vez más. Casi tres horas de disfrutar como un niño de cinco años, como el niño negrito que tenía delante, que no paraba de bailar y gritar "Defense, defense" y "let's go Celtics", además de festejar cada canasta. Asistía al encuentro también nada menos que Larry Bird, así que pude ver a la leyenda, aunque fuera al otro lado de la cancha.


Y vuelta al presente: el tanteo es 4-2; es decir, solo quedan Tokio y Londres... si es que no meten Seúl o alguna ciudad de Suráfrica, como he leído ya por ahí. Que tampoco me va a importar mucho 8-).