viernes, 25 de septiembre de 2015

Pongamos que salgo de Madrid

Si puedes, lee esto escuchando a Sabina y Rosario o a Antonio Flores en una versión más cañera. Al menos no habrás perdido el tiempo... 

Hace tiempo que quería hacer algo que, supongo, es una especie de chiquillada, un corte de mangas, una peineta después de treinta y dos años yendo de Alcalá a Madrid y vuelta todos los días. Primero para estudiar y después (afortunadamente) para trabajar. En autobús, en coche o en tren, doscientas y pico veces todos los años. 

M-30
Pero hoy me he sublevado un poco por fin; y parafraseando a Sabina me he dicho "pongamos que salgo de Madrid", pongamos que mando a Renfe y sus malditas huelgas a freír espárragos, pongamos que mando a la Conti, a los atascos de la N-II y al petróleo y sus derivados a hacer puñetas... pongamos que vuelvo desde el trabajo hasta Alcalá de Henares, hasta mi ciudad, hasta casa... corriendo.

Pongamos que decido disfrutar por una vez del paisaje urbano de una ciudad insufrible, pero hospitalaria como pocas, que atravieso El Retiro hacia Sáinz de Baranda, atravieso la primera muralla que rodea Madrid, la M-30, y recorro Marqués de Corbera, la Avenida de Daroca, las calles Largo Caballero, Alberique y otras desconocidas para mi hasta que me diviso la Peineta, y que después de nueve kilómetros y pico salto esa segunda valla brutal que es la M-40.

Coslada
Pongamos que recorro la carretera de San Blas a Coslada (M-201) y atravieso la vía Marconi hasta llegar, de nuevo, al paisaje de asfalto, ladrillo y cristal de Coslada y sin darte cuenta al de San Fernando de Henares. Son casi cinco kilómetros hasta que abandono esta localidad por la glorieta de Europa y dos más hasta que llego a la tercera gran alambrada: la M-50. Y después de dos y medio más corriendo paralelo al polígono industrial, entro en Torrejón de Ardoz.

Pongamos que recorro la localidad vecina, Torrejón de Ardoz, alargada como todas las del Corredor del Henares, recorro la avenida de Circunvalación y sigo zizagueando hasta llegar a las glorietas de su Ronda Sur, que me dan paso de nuevo a los caminos que me han de llevar hasta la orilla del río Henares, en el punto en que le rinde el tributo de su escaso caudal el río Torote.

Cerro del Viso
Pongamos, por fin, que atravieso el Torote y recorro la rotonda sobre la M-203 para así dejar la terra incognita (latín, no lleva tilde). Entro en la avenida de Madrid y me desvío por la calle Iplacea y la M-300 hasta llegar a Los Gorriones y la Ronda Fiscal... estoy en casa. Han sido 3 horas y cuarto y 32 kilómetros de liberación, de reivindicación, de descubrimiento, de bromas, de reto, de vida.

Precisamente cuando llegaba me he dado cuenta de que por estas fechas empecé a ir a la Ciudad Universitaria a diario hace nada menos que 32 años ¿qué mejor forma de celebrarlo que recorriendo el mismo número de kilómetros? Pitagórico el que suscribe, me gustan las coincidencias numéricas. No sé, quizá haya empezado algo interesante, porque no parece complicado hacerlo en bicicleta.

Pues esta es mi historia de hoy. Y se la dedico a mis dos zagales. Porque no quiero dejar de enseñarles que a veces hay que dejar el sentido común a un lado y preguntarse ¿por qué no hacerlo?