sábado, 29 de agosto de 2015

Nueva temporada, nuevas ilusiones

Han pasado casi tres meses desde el accidente de bicicleta. No ha llovido mucho desde entonces (de hecho no ha llovido casi nada), pero ha pasado mucho tiempo y tengo mucho que contar.

El 4 de junio llevaba más de 155 kilómetros nadados, 4.900 kilómetros de bicicleta y casi 900 kilómetros de carrera. Mucho esfuerzo y mucho sacrificio, pero el trabajo ya estaba hecho. La ilusión de los cinco meses anteriores estaba ya a menos de cuatro semanas, y empezaba a pensar en la estrategia de la carrera, en los detalles, a hacer cuentas… Desafortunadamente, al pasar por Meco, cuando ya prácticamente estábamos terminando, me despisté un momento y con la ayuda de un suelo tercermundista me fui al suelo. Fin del sueño. Lo peor de todo fue que sobre la prueba pivotaban demasiadas cosas importantes, especialmente los planes de vacaciones, que se fueron al traste.

Ya pasó: no ha sido fácil, pero ya pasó. Me queda haber disfrutado del camino, de los entrenamientos con los compañeros, y de los buenos resultados (jamás olvidaré el podio de Peñíscola y el cumpleaños feliz), pero solo tiene sentido mirar hacia adelante. También he aprendido cómo se comportan los organizadores de algunas pruebas cuando les informas de tu situación y les propones cambiar la inscripción al año siguiente. Pero ya he vuelto a correr, he empezado a nadar y pronto me subiré a la bicicleta de nuevo. Y lo más importante, los planes se agolpan en una secuencia encantadora: Valladolid, Chicago, brevets, Niza, Florencia, Transvulcania, Roth…

En la refrescante fuente de Yélamos de Arriba
Uno de esas cosas importantes que se fueron al garete era participar ayer en el Triatlón de Guadalajara. No puedo ser, pero sí pude estar como voluntario, ayudar y disfrutar de otra forma. No resultó tan sencillo como yo esperaba. Demasiado coche intentando acceder al circuito de bicicleta, pero la verdad es que todos, y hablo de cerca de una veintena, con excepción de un sinvergüenza, fueron comprensivos.

De Yélamos de Arriba salió una docena de personas a animar de principio a fin. Me lo pasé bien explicándoles qué era una cabra, en qué consistía la prueba, por qué no se iba en pelotón, etc. Nos reímos mucho cuando le di paso a un SEAT Panda de cerca de 30 años pidiéndole que cruzara rápido… Y al final todos volcados en traerles agua a los últimos triatletas (ya que hubo problemas en el avituallamiento previo). Buena gente. Me despedí de ellos diciéndoles que al año siguiente los quería allí otra vez, pero que les saludaría desde la bicicleta.

Aunque me ayudó Bego, en ese punto hacen falta dos personas dedicadas (hubo varias veces que tenía coches intentando acceder desde los dos lados de la carrera). Al final todo salió bien, excepto porque un ciclista se despistó y se metió a Yélamos (y otro que se fue detrás). El primero se enfadó con nosotros y le comprendo, pero en realidad las cuatro flechas del suelo estaban para algo y yo creo que el recorrido obvio era seguir de frente. Como varios triatletas se habían metido a coger agua al pueblo, no quisimos pararle, pero le preguntamos “¿Vas a por agua, verdad?”. En fin, el cliente siempre tiene razón… solo queda pedirle disculpas.


Como no teníamos bastante, de allí nos fuimos a San Sebastián de los Reyes, a correr una carrera de 10 km. Allí se están celebrando las fiestas y parte del recorrido es el de los famosos encierros. No sé si estaría bien medida, pero dadas las altas temperaturas, el cansancio, las cuestas y la escasez de agua, doy por muy bueno el resultado. Buenas expectativas para las próximas citas.