domingo, 10 de julio de 2016

Half Vitoria 2016

De Vitoria tenía hasta hace dos años un recuerdo fugaz, sin mucho caldo, de los de ni fu ni fa. Pero los dos triatlones que he terminado allí son de los que espero no olvidar nunca. El primero, por razones obvias: mi primer IM. El segundo, el medio IM, por todo lo vivido durante el pasado fin de semana, la intensidad de la prueba y, sobre todo, por el inesperado final.

Esta vez no quiero aburrir a nadie con detalles de mi carrera, ya que el patrón es el mismo de siempre. Nadé como siempre (un pelín mejor, quizá, que en ocasiones anteriores) y me esforcé en la bicicleta, así que corrí algo peor en comparación con otras pruebas. Como decía, no fue la prueba misma. Lo que creo que no olvidaré sino el final de la misma, que afortunadamente Esti grabó en un vídeo que seguro que veré unas cuantas veces más.

Antes de empezar, estaba "estadísticamente" convencido de que mi puesto sería el quinto o el sexto, así que había posibilidades no remotas de podio. Comencé fuerte con la bicicleta, pero poco a poco vi que no estaba bien de piernas, así que aguanté para no fastidiar la carrera a pie. Ya en Vitoria, aunque quería ir más deprisa y no dejé de adelantar triatletas todo el tiempo, esta vez no podía ir a buen ritmo (vaya por delante que fui el primero de mi grupo de edad), así que me contenté con no bajar la guardia. Pero llegado el  kilómetro diecinueve me pasó alguien que podía tener mi edad, así que me enganché a él, me fui animando y llegado el kilómetro 20 empecé a apretar por si acaso. Me animé de tal manera que pasé 8 ó 10 triatletas en el último kilómetro, si no más. Al final apreté con la sola idea de entrar yo solito en meta: que nadie me estropeara la foto. Pero lo bueno no había empezado aún.

La primera parte del inesperado final fue la banda sonora que acompañó mi entrada en meta. Cuando tenía 16 ó 17 años (muchos de mis chavales del club ni habrían nacido) descubrí a AC/DC y su "Highway to Hell" (sí, me lo han dicho muchas veces: no me pega). Todavía conservo el cassette. Cuántos kilómetros no habré corrido en mi vida oyendo las "Hell Bells", el "Back In Black", el "Thunderstrack"... Es la música de cuando era un crío, pero sigue siendo la música cuando quiero ir a tope. Algunos toman EPO y otros hacen drafting: yo escucho a AC/DC (entre otros muchos, claro 8-). Así que, la llegada a meta empieza mejor que bien.

Pero si la banda sonora de la llegada me puso el vello de punta porque ya era más de lo que me merecía, allí mismo, en el centro de la llegada, bajo el sol de julio y ya cerca de las 14:00, estaban un grupo de preciosidades, engalanadas de rojo Complutum, para dejar claro que Complutum Triatlón había viajado para conquistar Vitoria (y vaya si lo conseguimos, ocupando la portada de El Correo al día siguiente -catalizado todo una vez más por el IM épico de nuestro "pura élite" Rober, top ten absoluto-). Choqué feliz sus manos con una sonrisa de oreja a oreja, y por si había tenido poco, las guerreras se pasan al otro lado y más de lo mismo unos metros antes de entrar en meta.

Ya no necesitaba más: ya era totalmente feliz con lo vivido, viendo volar a mis compañeros, alucinando de cómo nadan, cómo van en bici, cómo corren. En resumen, cómo progresan unos y otros a base de su esfuerzo y los consejos y ánimos de los demás. Todo ello justificaba la enorme sonrisa con la que entré en meta, sin nadie que me robara protagonismo, satisfecho de también de mi esfuerzo, orgulloso de mi gente y de mi club. Sinceramente, sin más pretensiones. 


Nos fuimos al hotel, me duché para irnos a reponer fuerzas y poder seguir en directo a los compañeros que participaban en el IM. Cuando íbamos a salir miré la clasificación y no pudé evitar dar un grito de alegría. No me lo esperaba, no me lo podía creer. Era consciente de que podía haberlo hecho mejor, así que la probabilidad de hacer podio era... era... qué narices: tercer clasificado. Prácticamente cuatro tíos en el mismo minuto y yo era el primero de los cuatro: me lo merecía por no tirar la toalla al final, cuando es más fácil hacerlo, después de tantos meses de esfuerzo de mi familia.. Podría haber tirado la toalla y decidí apretar cuando en apariencia ya estaba todo el pescado vendido. Y lo conseguí: las sorpresas solo son sorpresa cuando no las esperas.

Feliz. Por fin fuera la espinita de Niza.