domingo, 26 de abril de 2015

Half de Peñíscola

Llevaba tiempo sin escribir. Demasiado entrenamiento, quizá. Primer triatlón de la temporada: el half de Peñíscola, que este año celebraba su tercera edición. En esta época del año parece natural nadar en el mar, que en el interior el agua todavía está demasiado fría. Y aunque haya otras muchas opciones a lo largo de la costa mediterránea, lo lógico era dejarse llevar por la marea roja, de forma que nada menos que dieciocho complutums nos juntamos para disfrutar de esta prueba.

No pudimos salir hasta el mismo sábado, y no precisamente con las primeras luces, así que el viaje se me hizo un poco largo; no en vano son casi quinientos kilómetros. Eso hace que te surjan las primeras dudas sobre si no estarás más cansado de la cuenta al día siguiente. Además, había empezado la semana muerto de cansancio. Pero entre el buen ambiente y la buena compañía de que disfrutamos toda la tarde, logré llegar a la salida sin dudas sobre mi forma física.

La noche anterior al half fue muy especial. Los compañeros habían preparado una pequeña sorpresa para celebrar el cumpleaños de Sonia y el mío (hace pocos días que cumplí medio siglo, a esto en el club sólo me gana Miguel Ángel), así que viví un momento realmente agradable. Por la noche, también tuve suerte. En el hotel donde nos alojábamos (250 triatletas y sus familias) no se les ocurrió nada mejor que celebrar una fiesta. A alguien se le pasó que hay una notable incompatibilidad entre descanso y fiesta. Pero en nuestra habitación no se oía el sarao. Eso sí, a las 4 de la mañana empecé a darle vueltas, haciéndome la pregunta clásica: "¿qué necesidad tengo yo de pegarme esta madrugada para meterme a nadar dos kilómetros en el mar pudiendo estar en casita desayunando cruasanes mientras me preparo para dar un paseito por Los Cerros o cualquier otra actividad mundana?".

Pero ya no hay vuelta atrás, nunca hay vuelta atrás. Afortunadamente, los miedos con compañía (en el desayuno) se olvidan un poco. Pero aún habría un par de ratos de tensión: en la habitación no encuentro el chip por ningún lado (al final aparece, claro) y ya en la entrada a boxes veo que uno de los piezas de ajuste del casco se ha salido de su sitio (afortunadamente, el buenazo de David me echó una mano y se resolvió el problema).

El recorrido de natación empieza con un tramo de caminata especialmente largo. Se sale de la playa sur, se gira en el espigón, se rodea el tómbolo de Peñíscola y se entra por la playa norte. No tuve la sensación de desviarme de las boyas en ningún momento, el mar estaba tranquilo y no pasé agobio, pero el resultado fue mucho peor de lo esperado: puesto 356 de 467 (percentil 76%). Sigo sin tener claro por qué nado tan mal. Y no me queda mucho tiempo para buscar solución antes del 28 de junio, pero sigo en ello...

La T1, vistos los tiempos, especialmente mala también. Me cuesta mucho quitarme la parte inferior del neopreno. Habrá que entrenarlo más porque todos los que entraron por delante de mi tienen cerca de un minuto menos. Mala cosa si tu objetivo es el tiempo final. Afortunadamentem, empiezan la bicicleta y la cuenta atrás. El recorrido es un tramo de enlace de 15 km., tres vueltas de 20 km. y vuelta por el tramo de enlace. Y es un circuito rompepiernas. No conozco el circuito, pero voy avisado, así que mido muy bien mis fuerzas para no tener un bajón, pero sin relajarme ni un momento. El resultado, increíble: casi 34 km/h de media, puesto 95 (percentil 20%). Lo hubiera firmado con sangre antes de salir. En el recorrido supero a varios compañeros y juego al ratón y el gato con Julio. Él no ha podido llevar su cabra y eso le resta puntos. Es la primera carrera de mi vida en que noto la diferencia entre llevar cabra y no llevarla de verdad.

Mi T2 no es tan desastrosa como la T1, aunque mejorable. Lo que más tiempo me lleva es ponerme las zapatillas. Ahora toca correr y tengo mis dudas. No llevo reloj, lo único que pienso es llevar un ritmo constante e ir cazando compañeros. El circuito son dos vueltas de 10 km, con un par de repechos cortos, pero muy fuertes. Duros, vaya. Llevar a Julio delante es un lujo porque él corre más que yo, así que lograr alcanzarle y luego seguirle es garantía de buen ritmo. Llegado un punto, ya solo tenemos delante a los que no alcanzaría nunca. Rober va como un obús, Ángel y Nico como suelen hacerlo (concentrados a muerte) e Israel va también muy sólido. Cuando quedan pocos kilómetros, Julio empieza a quedarse, pero yo me siento fuerte y sigo pensando en el podio. Por eso, aunque a tres o cuatro kms. de meta ya esté el pescado vendido, no quiero aflojar porque estoy disfrutando. Al final, un espectacular puesto 13 en carrera, a 4:04.

V2M: tercer clasificado
Llego. Apenas si veía otra cosa que el reloj: 4:45, que en realidad son 4:44 por haber salido con un minuto de diferencia. A partir de ahí, a esperar: le digo a Rober que creo no haber visto a gente mayor delante de mi en la carrera a pie, y él me responde que tampoco yo parezco mayor (gracias por el piropo). Y al final resulta que teníamos razón: tercer puesto de la categoría V2M, primer podio en triatlón de mi vida, rodeado de mi mujer, mis hijos y unas personas formidables en lo deportivo (casi tanto como en lo humano). No puedo pedir más.

Podría decir que estoy feliz por el fantástico resultado del tramo de bicicleta o del tramo de carrera a pie, por el trofeo, por la posición o por las felicitaciones, pero la realidad es que estoy feliz porque he disfrutado como un crío de ocho años durante horas y porque me he sentido querido por toda la familia Complutum.

Anécdota: llamo mi madre y le digo que ya he llegado, que todo ha salido muy bien, que nos vamos a comer y que he hecho podio; por su respuesta deduzco que no se ha enterado de la buena noticia (ella ya considera buena noticia que esté vivo). Cuando hablo con ella a la vuelta, me confirma que en efecto no se enteró, y que ahora se explicaba por qué le había dicho que nos íbamos a comer y que (y esto es lo que le chocaba) íbamos a comer "pollo".