Se acaba 2022. Un año
extraordinario en lo deportivo. Yo pensaba que 2020 y 2021 habían sido únicos,
pero me equivoqué una vez más (de esas veces que da gusto equivocarte).
Empezamos en febrero, corriendo
un año más el cross de mi universidad en mi formato preferido: ¿por qué no
hacer un par de horas de bicicleta de carretera antes? Bueno, bonito y barato.
Repetiremos en 2023.
Después vino el duatlón de media
distancia del Jarama. Subcampeón de Madrid y rodeado de compañeros.
Intentaremos repetir en 2023. Una semana después tocaba darlo todo en el
campeonato de España (Soria), pero me lesioné entre semana y aunque no tenía
sentido, tomé la salida... para abandonar enseguida. También intentaremos repetir
en 2023, aunque será una semana antes en Híjar (Teruel). Eso sí, no creo que los torreznos que nos comimos puedan superarlos en la provincia aragonesa.
El segundo fin de semana de marzo
hicimos la primera brevet del año, 200 km. Al lado de casa. Afortunadamente la
lesión solo limitaba en la carrera a pie. Eso sí, y por esa razón, al día siguiente hice un
trozo de media maratón de Alcalá y me fui para casa. Quince días después hicimos la
segunda brevet del año, 300 km. Durísima, y no tanto por la distancia como por
el viento a la ida. Hubo que celebrarlo, aunque fuera en un Burguer King.
El 14 de mayo nos fuimos un buen
grupo del club a hacer el half de Pamplona. Sabía que lo había hecho al 100%,
pero no fue hasta un buen rato después de llegar que supe que era subcampeón de
España de mi categoría. No me lo creía: momentos así no tienen precio. Aunque siempre acabo pensando lo mismo: ¿y si nadara bien? Quince días después
tocaba hacer el olímpico de Pareja y una semana después el half de Vitoria. Lógicamente todo ellos preparando el Ironman. Muy
buenas sensaciones de nuevo, sobre todo corriendo.

El 26 de junio nos fuimos hasta
Niza en un viaje épico.
Ya lo he contado. El Ironman empezó mucho antes, como si el destino no quisiera que estuviera allí. Pero
allí hice sonar la flauta lo mejor que sabía. Y sonó. Me acababa de buscar un
problema, pero ahora me alegro de habernos metido en un lío así. Eso sí, antes
de nada, una semanita después había que terminar una última brevet, de 600 km. Conocí gente fantástica. Pocos, pero muy bien avenidos. Y se hizo, objetivo cumplido, con lo que presumiblemente estaremos en la salida de la
París-Brest-París en agosto de 2023.

El lío también lo he contado: 2
de octubre, maratón de Londres y 8 de octubre, Ironman de Hawai. Prepararlo fue
una odisea, hacerlo fue un disparate, pero como casi todo lo que cuesta
conseguir, valió la pena. Uno no trabaja y consigue puesto en la línea de salida de algo que incluya la palabra "World Championship" para no estar un ratito con los mejores. Por la prueba, por el resultado y por la fantástica compañía de José y familia.
Tras un descanso relativo volví
este mes de diciembre a la actividad, con nuevos retos e ilusiones para 2023. Y
ya el pasado 22 conseguimos algo inédito: mamá y papá (mi señora y el que
escribe) subimos a los podios de nuestras categorías respectivas. Menudos
garbanzos nos llevamos para casa. Pero sobre todo una vivencia inolvidable.
Y terminamos el año corriendo la
Vallecana. No tengo claro en qué año corrí por primera vez allí, pero va camino ya de los 30 años. He buscado entre los papeles que guardo y aunque no he
encontrado nada (pero recuerdo la invitación a cava de Solana) sobre aquella primera vez, sí he encontrado mi mejor registro
en la Internacional (35:55, puesto 170). Ni me acordaba; realmente tengo mis dudas de que
estuviera homologada por entonces, pero da igual: a pesar de
los años, tengo el privilegio de seguir haciendo lo que me llena. Porque esta noche estaré allí. Y eso,
no tiene precio.
Que 2023 os traiga todo lo que
deseáis y merecéis.